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sábado, 7 de noviembre de 2009

DOS VIEJOS CAMINOS DE INDIOS Y SUS LEYENDAS

INTRODUCCION
Desde remotos tiempos, las tribus indígenas asentadas al pie de monte y a lo largo de la actual carretera Araure – Acarigua hasta Guanare, mantuvieron relaciones culturales con las tribus aborígenes que existían en el hoy Estado Lara y donde se erigieron las poblaciones de Barquisimeto, Quibor, Sanare y el Tocuyo.
Las trochas abiertas y trajinadas por los indios por la serranía sirvieron como vías de comunicación en la época colonial entre las poblaciones mencionadas del Estado Lara con las del Estado Portuguesa: Guanare, las marías, San Rafael de las Guaguas, Ospino, La Aparición, Acarigua y Araure.
A finales del siglo XIX, al comenzar en masas las siembras de café en las montañas de Portuguesa, especialmente la de los Distritos Araure y Ospino, los viejos caminos de los indios eran intensamente traficados por los campesinos del estado Lara que venían a trabajar en las haciendas de cafeteras.
Vamos a referirnos en nuestro articulo de hoy, a dos de esos caminos, al que partiendo desde Barquisimeto siguiendo por las montañas luego de pasar por Río Claro llegaba hasta Araure, y al que saliendo desde Sanare conducía hasta Ospino, camino este ultimo que podía servir también para venir a Araure y Acarigua a la altura de las cabeceras del Río Guache o Acarigua.
Nada mas justo para el conocimiento de esos viejos caminos montañeros que seguir la descripción que hiciera Telasco A. Mac-pherson en su diccionario del Estado Lara, veamos:
Barquisimeto-Río claro-Araure---
“de la misma ciudad de Barquisimeto parten los caminos vecinales siguientes: al sur uno que conduce al caserío Río Claro del Municipio Concepción del Distrito Barquisimeto; de este se desprenden otros para los sitios Cuibas, Guamacire, Hato viejos y otros puntos; de Río Claro que dista de Barquisimeto 22 kilómetros 292 metros, salen otros caminos que conducen a los sitios de Riesito, tierra de tinta o Bucaral; de Riesito parte una vereda para Araure en el Estado Zamora y otra para carache en el Estado de los Andes, todos por las montañas y serranías.
Pica Sanare-Ospino. —
“la pica que desde Sanare, Municipio del Distrito Quibor conduce a Ospino En Estado Zamora. Damos cuentas detallada de este camino, porque el esta llamado a ser uno de los principales del Estado Lara. De la Loma llamada “Montero” hasta la entrada de la montaña llamada Yacambú, hay 400 metros. De la montaña de Yacambú, hasta la loma nombrada de la Guapa, 14.625 metros. De la Guapa hasta el Río Acarigua, 7.000 metros. En esta loma la Guapa se encuentra una montañuela que atraviesa, el camino consta hasta de 375 metros, pero esta medida esta incluida en los 7.000 metros. Del Río Acarigua sigue Sabana –redonda hasta encontrar la montaña de Guacha hasta el Helechal grande, 16.125 metros. Aquí se encuentra un gran peñón, notable por su magnitud que parece de lejos una casa. Desde donde incluye el Helechal- grande hasta el río Guache por montaña hay 3.725 metros que suman una distancia de 47.835 metros. Del Río Guache hasta los conucos y haciendas que se ven en el cerro de Garabote, donde termina la pica abierta por el señor José María Corrales en 1.876, hay una legua y media y de este punto a Ospino hay tres y media leguas: 2 de llano y una y media de cerro. En esta montaña que atraviesa el camino por cuatro veces, pero que puede desecharse, se encuentra a un lado del camino una gran laguna y un bosque de naranjos agrios distante la una de la otra 1.875 metros: también se encuentra una quebrada de nombre la Bucha. Los ríos Acarigua y Guache necesitan puentes, por que en la primavera son caudalosos. Desde Sanare al río Guache se encuentra a penas ochos casas de indios. El camino es bien provisto de agua potable. La distancia por cálculos y medidas practicas desde la plaza de Sanare a la de Ospino es de 13 y media leguas”.
LEYENDAS
Los campesinos que viven en las vertientes de los ríos Acarigua y Guache, si bien dice no haber ido nunca por esos caminos conserva por tradición ciertas leyendas, una sobre la laguna, otra la gran Casa de Piedra y el del cementerio de los soldados españoles.
LA LAGUNA
Dicen los campesinos --- allá arriba en la montaña hay una laguna, el que a ido allá no a regresado más, pues los duendes que los dueños del agua son muy celosos, y el que se aventura a ir, lo más seguro es que se quede en el fondo de la laguna. Además, agregan --- el lugar es peligroso hay muchos salvajes (oso frontino) a veces bajan y se llevan las mujeres embarazadas, las monta en los árboles y le lamen los pies para que mas nunca puedan volver caminando --- !figúrese como serán de bravos los salvajes que donde ellos están no llegan los tigres!
El Gran Peñón de los indios. ---
Afirman los campesinos, que el peñón que describe Macpherson en el Helelchal grande sirvió como refugio a los indios en la época de los españoles. Cuentan que tiene una entrada secreta que nadie a podido encontrar por estar custodiada por los espíritus. En el gran peñón “que parece una casa”, según es creencia, espantan tanto de día como de noche.
Cementerio de soldados Españoles. ---
Un cazador extraviado en la montaña, entre las cabeceras de los ríos Guaches y Acarigua, hecho el cuento a su regreso así:
“Como ese día estaba lloviendo tanto y era malo el camino y me perdí. Me quede esa noche en un lugar donde hay muchas piedras y al amanecer del día siguiente ví que tenían una entrada para el fondo de la tierra. Me puse a buscar algún animal para cazarlo para comer y ¡Santa Bárbara Bendita! Lo que ví fueron puros esqueletos y un montón de armas viejas como las que dicen hay en los museos. No toqué ni me traje nada por miedo. También habían unas cadenas de esas que usaban los españoles para amarrar los esclavos”.
El nombre del cazador nadie lo sabe, queda la leyenda entre las generaciones para trasmitirla y pasar las horas de la tarde o de la noche entre cuentos y chistes. No obstante, debo informar a nuestros lectores, que hace poco tiempo en la salida de Sanare hacia la montaña de Yacambú fue localizado un lugar donde encontraron armas españolas antiguas.
San Miguel de Acarigua, 24 de agosto de 1.970.