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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Explotación e industria maderera en Acarigua

BELKYS LEÓN Y LUISA VELÁSQUEZ

INTRODUCCIÓN

Venezuela cuenta con una superficie de 916.050 kilómetros cuadrados, de los cuales, el 49% estuvo cubierto por bosques y selvas de diferentes tipos que, durante años, sostuvieron el desarrollo de lo que percibía como una poderosa industria forestal.

Los primeros bosques se aprovecharon comercialmente fueron los de la región central, por ser los más próximos a centros de consumo como Caracas. Agotada esta riqueza forestal, los explotadores de maderas fijaron la atención en las zonas boscosas de los estados Táchira, Mérida, Trujillo, Lara, Yaracuy, Portuguesa, Barinas, Falcón y Zulia. De todos ellos, Barinas, Portuguesa y Zulia aportaron, para el año de 1960, el 62% de la materia prima utilizada por la industria maderera de todo el país.

En nuestro estudio hemos querido abordar el problema de la explotación maderera con fines comerciales circunscrito al Estado Portuguesa, uno de estos estados madereros cuya importancia como fuente de abastecimiento de la industria, fue bastante significativamente a partir de finales de la segunda década de este siglo y hasta 1940 cuando, agotadas sus reservas forestales, perdió la importancia que tuvo como productor de maderas finas o de ebanistería y, entonces, la explotación maderera se desvió hacia otros lugares más alejados de los centro de consumo.

La explotación de las maderas finas en las selvas del estado Portuguesa constituyó una de las riquezas fundamentales de este Estado y, todos los que de una u otra manera han hecho referencia a la historia de Portuguesa, mencionan obligatoriamente la actividad maderera pero sin detenerse en largos análisis e informaciones, por lo que no existe una bibliografía relacionada específicamente con el tema que hemos seleccionado, aunque no podemos negar que nuestro interés por el mismo se deriva en parte, de la escasa información que existe sobre él, tratando en lo posible de contribuir con nuestro aporte a despertar el interés por el estudio de las especificidades regionales que, aunque no están desligadas del contexto nacional, aporten lo particular que ayuda a una mejor comprensión de la historia de nuestro país.

Las fuentes utilizadas en la investigación fueron principalmente documentales, hemerográficas y testimoniales que nos condujeron hasta la coyuntura que delimita el tiempo histórico estudiado. Ubicamos nuestro trabajo en los años de 1929 a 1949. Tomando como inicio el auge de las explotaciones madereras y concluyendo en el año cuando empezaron a agotarse las maderas objeto de explotación, época que algunos denominaron el período del cedro y la caoba.

Para el desarrollo de la investigación partimos de una visión general del Estado Portuguesa, centrando la atención en la riqueza de sus selvas, principalmente la Selva de Turén. En el área que ella ocupaba se inició la explotación de maderas con fines comerciales en los Llanos Altos Occidentales. Posteriormente, nos referimos a los diversos factores que incidieron para que, el Estado en referencia, se convirtiera en un importante productor de maderas finas y las diferentes modalidades que se utilizaron para explotar dichas maderas, de acuerdo a la legislación vigente y las formas de propiedad de la tierra.

Otros aspectos desarrollados fueron: la descripción de todo el proceso de explotación, la organización de la fuerza de trabajo, el valor comercial de las maderas finas y las características de la explotación maderera. Concluyendo con la proposición de abrir una investigación sobre la industria maderera que se derivó de las explotaciones y tuvo su asiento en las ciudades de Acarigua y Araure.

Gran ayuda para la realización de esta investigación fueron los artículos del Ingeniero Manuel González Vale, publicados en la revista “El Agricultor Venezolano” en 1941; los testimonios de Aurora Petit y José Zamora, de destacada actuación durante los de la explotación maderera; el artículo denuncia de Gustavo Santander publicado en el diario “El Nacional” en 1947; las Memorias de los Ministerios de Fomento, Salubridad y Agricultura y Cría; Trabajo y Comunicaciones, los contratos de explotación de productos naturales vegetales publicados en la Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela desde 1929 a 1930; el Archivo del Concejo Municipal del Distrito Páez y los libros de Protocolo del Registro Principal de Guanare.

Como complemento a nuestra investigación aparecieron recientemente unas entrevistas, relacionadas con el tema, en el diario local “El Regional” que nos sirvieron para aclarar algunos aspectos aún oscuros. Lamentablemente se nos imposibilitó la conversación con dos de los más fuertes madereros de Portuguesa que, para el momento de hacer este trabajo, aún viven pero que se negaron a colaborar, quizás por lo reciente de los acontecimientos que aquí tocamos y por las no pocas lides judiciales que la explotación maderera produjo.

A partir de la segunda década de este siglo comenzó la instalación de aserraderos industriales en Venezuela y el aprovechamiento comercial de las maderas de sus bosques. Estos aserraderos muy pronto empiezan a demandar grandes cantidades de materia prima. Para abastecer esas necesidades, se realizaron varias explotaciones madereras cuyas características fueron la selectividad y el despilfarro pues los industriales de la madera exigían determinadas especies y la mejor calidad, rechazando el producto con defectos y las especies de menor valor comercial.

El Estado Portuguesa fue uno de los estados madereros y durante años sus selvas abastecieron de materia prima a la incipiente industria. En principio la explotación de maderas en Portuguesa fue predominantemente extractiva pues la mayor parte del producto salía de los bosques a los aserraderos ubicados en el centro del país, esto se debía a que a pesar de la intensidad de las explotaciones, existían, en la localidad, pocos aserraderos, ubicados en los lugares cercanos a las zonas de explotación. Esta situación empezó a cambiar para finales de la tercera década del siglo XX.

Fue para los años de 1939 a 1949 cuando, las ciudades de Acarigua y Araure se convirtieron en asiento de numerosos aserraderos industriales que ocuparon los ejidos urbanos, abrieron fuentes de trabajo, modernización las ciudades y estimularon actividades como el transporte, el comercio y la agricultura. Prácticamente se puede decir, que la industria de la madera impulsó la vida económica del Estado Portuguesa durante esos años y a pesar de ello, es escasa la bibliografía sobre este aspecto de vital importancia para la comprensión de la historia contemporánea del Estado Portuguesa.

Con la finalidad de contribuir al estudio de esta importante etapa, hemos realizado una investigación bibliográfica, documental y hemerográfica que nos aportó materiales importantes para la comprensión del proceso cuyo centro se localizó en las ciudades de Acarigua y Araure.

El origen de la industria maderera de Portuguesa, los factores que influyeron para la instalación de los aserraderos industriales, el funcionamiento de los mismos, la conformación del grupo social de los madereros, el transporte de las maderas como actividad paralela, las características de esta industria y sus repercusiones económico-sociales son los aspectos tratados en esta investigación.

EL ESTADO PORTUGUESA

Orígenes y Características Generales

Estado Portuguesa, ese nombre que parece extraño porque no es el de un prócer de la independencia, ni tampoco un vocablo indígena, identifica a uno de los veinte estados que el artículo 1 de la Constitución de 1864 declaró independientes y unidos para formar los Estados Unidos de Venezuela.

Portuguesa alguna vez perdió su identidad, junto a Cojedes y Zamora (actual Barinas), integró el Estado Sur de Occidente, conocido tiempo después como el Gran Estado Zamora. Esto fue desde 1881 hasta 1899. Ese año, un Acuerdo del Congreso Nacional, reestableció la autonomía de los veinte estados tal como fue contemplada en 1864. Y, aunque las nomenclaturas de algunos estados sufrieron variaciones en las Constituciones de 1901 y 1909, el Estado Portuguesa conservó su denominación hasta nuestros días.

Actualmente, ubicado en la Región Centro Occidental del país, con una extensión territorial de 15.200 kilómetros cuadrados y 571.593 habitantes, según el último censo de 1981, Portuguesa, llamado por la publicidad oficial “el granero de Venezuela”, satisface las demandas de la agroindustria con los cultivos de arroz, ajonjolí, maíz, sorgo, caña de azúcar, algodón y en los últimos tiempos (estamos en 1989) el girasol.

Hubo una época en que en el Estado Portuguesa se conoció, más que por la producción agropecuaria, por la riqueza maderera de sus selvas que auguraba el desarrollo de una importante economía forestal; eso fue para la tercera década de este siglo, cuando comenzó la explotación de maderas con fines comerciales en los Llanos Altos Occidentales.

Las selvas del Estado Portuguesa pertenecen a la formación selvas pluviales, de exuberante vegetación y de gran valor comercial por las especies vegetales que allí se desarrollaron. Durante años las selvas de Portuguesa permanecieron vírgenes, hasta que, descubiertas por los explotadores de maderas, fueron convertidas en importante fuente de abastecimiento de materia prima para la industria del mueble y la ebanistería, cuya demanda crecía a medida que crecían las ciudades y las exigencias de sus pobladores inmersos en el proceso de modernización del país, derivado del auge de la explotación petrolera.

La Selva de Turén

Al norte del río Portuguesa, y antes de ser arrasadas por el hacha, la codicia, la imprevisión y la expansión de la actividad agropecuaria, existió una selva de gran valor ecológico y comercial, cuya fama de riqueza traspasó las fronteras del país y fue objeto de investigaciones que la presentaban como un gran emporio maderero: fue la llamada “Selva de Turén”, inmensa extensión de aproximadamente 380.000 hectáreas comprendidas entre la madre vieja del río Cojedes y el río Cojedes al Noreste; el límite del Estado Cojedes con Portuguesa al Este y los ríos Portuguesa y Guache al Sur y Suroeste; extendiéndose por los Distritos Páez, Turén y Esteller del Estado Portuguesa.

La parte Norte de la Selva de Turén fue la primera que se aprovechó cuando comenzaron las explotaciones madereras en los Llanos Altos Occidentales, diversos factores influyeron para que esto fuera así; por una parte, su cercanía a la carretera que la hacía más accesible y facilitaba la extracción del producto y, por otra, su gran riqueza en maderas finas de cedro y caoba, principalmente caoba, que se regeneraba de manera natural. En la parte central “…entre Chingalí y el caño Tiesto, orillando la hacienda el Ají” existían unas 80.000 hectáreas bajo selva muy ricas en maderas finas de cedro y caoba. “La zona baja suroriental es rica en caobas y cedros, pero pobre en apamate y saqui-saqui” .

Además de maderas finas, las especies forestales más importantes de la selva de Turén fueron: Apamate, Saqui-saqui, Jabillo, Sangre de Drago, Gateado, Guayabo de Monte, Chupón, Mijao, Samán Negro, Roble y Mora.

De las 380.000 hectáreas que abarcaba la selva de Turén, unas 130.000 eran terrenos baldíos de los que alguna vez se dijo:

“Bien ordenados y administrados estos bosques baldíos, no solo pueden asegurar el abastecimiento de la industria maderera de Portuguesa sino que son, en potencia, perfectamente capaces de producir cantidades de maderas finas, blandas y duras superiores al total que está consumiendo dicha industria hoy en día”.

La proximidad de estos bosques a los centros de consumo y el poco o casi ningún control que el Estado ejerció sobre las explotaciones madereras, permitieron que fueran sometidos a una explotación selectiva, concentrada principalmente en las maderas finas de cedro y caoba. Además de selectiva fue también despilfarradora pues “…sólo se utilizaba madera de óptima calidad, dejando como desecho en el bosque aquella que presentara muchos o pequeños defectos”.
LA EXPLOTACIÓN MADERERA CON FINES COMERCIALES EN EL ESTADO PORTUGUESA

El Origen

Antes de la primera guerra mundial, el consumo de madera proveniente de los bosques venezolanos fue muy limitado, debido a la ausencia de aserraderos; el trabajo de la madera era más que toda una actividad artesanal. Las restricciones impuestas por la guerra, entre ellas la limitación de exportaciones de los países comprometidos en la misma, que destinaban sus productos a mercados con mejores incentivos económicos, trajo como resultado un mayor aprovechamiento de los bosques nacionales y la necesidad de establecer aserraderos, en principio muy rústicos, que trabajaban con sierras de discos, ocasionando una gran pérdida de producto.

Estos primeros aserraderos, ubicados en los centros de mayor consumo Caracas y Valencia, principalmente, utilizaban las maderas de mayor valor comercial y de primera calidad, rechazando otros tipos de maderas y abandonando a las que tenían algún defecto. Esto trajo como consecuencia que los explotadores de maderas tuvieran que dedicarse a la extracción de las especies que exigía la incipiente industria: maderas finas, cedro y caoba, fundamentalmente, y de primera calidad. Con estas exigencias, la explotación de maderas fue altamente selectiva y despilfarradora.

Muy pronto fueron agotándose las maderas finas de los bosques del centro del país, los madereros buscaron otras fuentes de abastecimiento. Allí estaban las selvas de los Llanos Altos Occidentales, para satisfacer las demandas de maderas finas de la incipiente industria forestal que iniciaba sus actividades cometiendo errores que, más tarde, acarrearían serios problemas.

Dentro de este panorama de demanda de maderas finas y despilfarro está ubicada la historia maderera del Estado Portuguesa, cuyo inicio se remonta a mediados de la segunda década de este siglo: “La explotación maderera en esta zona, mejor dicho sus orígenes se ubican en la década de los años 20 y 30, de 1925 a 1935; con la utilización del aserradero de disco” aunque su auge, tal como lo confirman los contratos de explotación, corresponde a la década de los 30, lo que hizo que Gustavo Santander escribiera: “Puede asegurarse que hasta mil novecientos treinta las selvas turenenses, las maderas de Portuguesa permanecieron ignoradas”.

La zona forestal que se explotó con mayor intensidad en el Distrito Páez fueron los municipios Payara y Pimpinela. El Distrito Turén, los municipios Canelones, Nueva Florida, Santa Cruz, Santa Rosalía y Villa Bruzual. Esta zona de selvas, constituida en gran parte por terrenos baldíos fue aprovechada por los explotadores de maderas que, provenientes del centro del país y de la misma localidad, con contratos de explotación otorgados por el Ejecutivo Federal a través de los organismos competentes: Ministerio de Fomento (1929), Ministerio de Salubridad, Agricultura y Cría (1930 - 1936), Ministerio de Agricultura y Cría (1936) obtenían el derecho a explotar las maderas existentes en terrenos baldíos.

Además, las municipalidades y las juntas comunales otorgaban contratos de explotación o de venta de árboles en pie en los terrenos ejidos; también incrementaban sus rentas vendiendo a los compradores, las maderas que eran explotadas directamente por los Concejos Municipales. Por otra parte, los propietarios de tierras acosados por las deudas, vendían sus florestas a precios irrisorios.

La Explotación de Maderas en terrenos Baldíos

Explotar maderas en terrenos baldíos implicaba el procedimiento de contratar con el Ejecutivo Federal a través de los organismos autorizados para tal fin. Al principio, fue el Ministerio de Fomento el encargado de otorgar los contratos amparados por la escasa legislación relacionada con la materia: el Reglamento para la explotación de Recursos Naturales y la Ley de Montes y Aguas de 1924 que, si bien imponían ciertas normas, su alcance no llegaba a controlar las explotaciones madereras de carácter comercial.

En 1930 fue creado el Ministerio de Salubridad, Agricultura y Cría, el cual asume la responsabilidad de otorgar los contratos de explotación, y tiempo después, en 1931, una nueva Ley de Bosques y Aguas reglamentaría la explotaciones madereras. Para 1936, Agricultura y Cría, surge como un Ministerio independiente de Salubridad.

Los contratos de explotación de productos naturales vegetales eran concedidos a venezolanos de manera individual y a firmas mercantiles constituidas para tal fin. Tenían una duración de cinco años y otorgaban “…el derecho exclusivo de explotar y aprovechar las maderas de ebanistería, corazón y blancas, las viguetas y las palmas para techar, que se encuentran en una zona de terrenos baldíos…” , señalando a continuación la ubicación de la zona de baldíos, extensión y linderos. Estos contratos de explotación no implicaban la concesión de la propiedad de la tierra, sino el usufructo de los productos naturales vegetales existentes en la zona de baldíos concedida; por esa razón, en una misma zona de baldíos podían tener derecho a la explotación de maderas varios contratistas, cuestión que ocasionó no pocas lides judiciales.

Los contratos de explotación contemplaban el respeto a los derechos de otros contratistas en la misma zona; la obligación de marcar el producto explotado con señales particulares a cada contratista (en ocasiones eran las iniciales del explotador colocadas con pintura en un lugar visible del producto); la obligación de pagar a la nación diez céntimos de bolívar por año, de acuerdo a la extensión de la zona concedida, por concepto de impuesto superficial; más un impuesto de explotación correspondiente a cada especie objeto de la misma.

Los contratistas estaban obligados a hacer efectiva la explotación pues “si al fenecer el primer año no hubiere efectuado explotación alguna, el contratista pagará al Fisco Nacional como minimum de explotación la cantidad (…) de cincuenta céntimos de bolívar por cada hectárea contratada…” . Además de estas condiciones, el contratista quedaba obligado a cumplir con las leyes y disposiciones relacionadas con la materia; respetar las vías de salida del producto establecidas en los mismos contratos y depositar en el Banco de Venezuela la cantidad de quinientos bolívares, para garantizar las obligaciones impuestas por el contrato.

Otro aspecto contemplado en los contratos era el derecho a ser cedidos o traspasados a terceras personas, previa autorización del Ejecutivo Federal.

Contratos de Explotación de Maderas en Tierras Baldías del Estado Portuguesa

Antes de oficializarse la firma de un contrato de explotación de maderas en tierras baldías, existía la obligación de publicar su contenido en tres oportunidades, de manera que los afectados por los mismos pudieran hacer los reclamos correspondientes. Si no había oposición al contrato, se firmaba y se procedía a una nueva publicación. Las varias publicaciones se hacían en la Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela y fue esto lo que nos permitió conocer los contratos que fueron otorgados durante el período que estamos estudiando 1929 - 1939, en el Estado Portuguesa.

Con la finalidad de dar a conocer los contratos localizados, hemos construido un cuadro del cual se pudieran inferir algunas conclusiones interesantes:





CONTRATOS DE EXPLOTACIÓN DE MADERAS EN TIERRAS BALDÍAS DEL ESTADO PORTUGUESA: 1929 – 1938


Contratistas
Procedencia
Ubicación de la explotación
Distrito/Municipio
Año
Manuel Campos
Caracas
Santa Rosalía
Turén
1929
Ismael Ruiz
Caracas
Santa Cruz
Turén
1929
Carlos Mazziotta y Compañía
Valencia
Pimpinela
Acarigua
1930
Herrada, Barrios y Cordero
Acarigua
Payara
Acarigua
1930
José Vicente Rangel C
Acarigua
Villa Bruzual
Turén
1930
Ignacio Lavié
Caracas
Santa Rosalía
Turén
1931
Emilio Zárraga
Caracas
Villa Bruzual
Turén
1931
Cesar Norberto Córdova
Caracas
Pimpinela
Acarigua
1931
Bernardo Perna
Caracas
Santa Rosalía
Turén
1934
Ciuffi y Rocco
Caracas
Santa Rosalía
Turén
1934
Herrada, Barrios y Cordero
Acarigua
Payara
Páez
1935
Bernardo Perna
Caracas
Santa Rosalía
Turén
1935
Ciuffi y Rocco
Caracas
Santa Rosalía
Turén
1935
Rafael R. Gil
Acarigua
Payara
Páez
1937
Estebardo y Arturo Avendaño
Acarigua
Villa Bruzual
Turén
1938
Ramón Magual y Maneses Meléndez
Acarigua
Payara
Páez
1938
Pedro Cordero Gómez
Acarigua
Nueva Florida
Turén
1938
Rafael y Emigdio Lara
Acarigua
Santa Rosalía
Turén
1938


Analizando el contenido del cuadro podemos deducir una serie de aspectos: en primer lugar, en un período de nueve años, desde 1929 a 1938, se concedieron dieciocho contratos para explotar maderas en tierras baldías del Estado Portuguesa. Si consideramos que el número de hectáreas concedidas era 10.000, estos dieciocho contratistas en diez años, aprovecharon las 130.000 hectáreas de baldíos que poseía la selva de Turén. Otro aspecto interesante, es la procedencia de los contratistas, en su mayoría, del centro del país: Caracas y Valencia con excepción de la firma Herrada, Barrios y Cordero, y de José Vicente Rangel Cárdenas, reconocido general gomecista, quienes eran de la misma localidad. Esta procedencia se observa hasta 1935, lo que nos hace suponer que a partir de ese año comienza el agotamiento de las maderas finas en la zona selvática del Estado.

Para los años de 1937 y 1938, los contratistas son de la localidad y les corresponderá continuar explotando las maderas que aún quedaban después de la devastación causada por los contratistas caraqueños. Ya para 1939, no pudimos localizar contratos de explotación en el Estado Portuguesa, sino, por el contrario, resoluciones de contrato por incumplimiento de los mismos. Ese año fueron resueltos por la causal de incumplimiento los contratos de Estebardo y Arturo Avendaño; de los Hnos. Ciuffi y Rocco; de Bernardo Perna; de la firma Herrada, Barrios y Cordero. Tampoco hubo renovaciones ni traspasos razón de más para atrevernos a plantear que la gran riqueza maderera de Portuguesa, duró hasta 1939.

Traspasos de Contratos
En los contratos de explotación de productos naturales vegetales concedidos en tierras baldías del estado Portuguesa, existía una cláusula que permitía el traspaso del mismo a una tercera persona o compañía, previa aprobación del Ejecutivo Federal. Esto Permitió que algunos explotadores actuaran como cesionarios de contratos realizados por otras personas. Veamos un ejemplo práctico:
Los Hnos. Ciuffi y Rocco, quienes establecen un contrato de explotación de maderas en el año 1934, ya habían incursionado en esta actividad en 1931, actuando como cesionarios de un contrato que tenía Ismael Ruiz desde 1929 en el Municipio Santa Cruz del Distrito Turén del estado Portuguesa.
Se daba el caso, también, de algunos contratistas que, poseyendo un contrato individual eran a la vez, cesionarios de contratos realizados por otras personas; el mismo Ismael Ruiz, quien tenía un contrato por cinco años desde 1929, era también cesionario junto a Coronel Silvestre Castellanos y Rafael Matheus, del contrato celebrado en la misma fecha por Manuel Campos.
Los traspasos, aparentemente, se utilizaban con dos finalidades, una de ellas era incursionar en la actividad maderera sin necesidad de sufrir los trámites burocráticos que ameritaban el contratar con el Ejecutivo. Opinamos que, además de los trámites, para obtener un contrato de explotación, era necesario poseer algunos “contactos” en las altas esferas gubernamentales. Por otra parte, los traspasos producían algunos beneficios económicos, pues, si bien, en ninguna cláusula de los contratos de explotación se establecía el derecho a cobrar por los traspasos el cobro se hacía y se asentaba en documentos debidamente protocolizados. Como ejemplo, veamos el extracto de un documento donde Ismael Ruiz traspasa a Coronel Silvestre Castellanos y a Rafael A. Matheus, el derecho que tenía en el contrato celebrado por Manuel Campos:
“Yo, Ismael Ruiz, mayor de edad, comerciante y vecino de Caracas… por la suma de dos mil novecientos noventa y nueve bolívares, que he recibido a mi entera satisfacción, he traspasado pura, simple e irrevocablemente, con todas sus obligaciones, derechos acciones a los ciudadanos Coronel Silvestre Castellanos y Rafael A. Matheus… la parte de derecho que poseo en comunidad con los nombrados ciudadanos en el contrato que celebró con el Ejecutivo Federal el ciudadano Manuel Campos…”<10>.

Un poco más costoso fue el traspaso que Herrada, Barrios y Juan Antonio Cordero Gómez hicieron a Pedro Cordero Gómez en 1936: “Herrada, Barrios y Juan Antonio Cordero Gómez, declaran que por Bs. 4.000 del Sr. Pedro Cordero, le ceden derecho de explotación y aprovechamiento de las maderas de ebanistería… <11>
Los traspasos sirvieron también para que algunos explotadores de maderas concentraran los derechos de explotación, aún cuando no figuraban entre los contratistas. Esto se deduce del movimiento de algunos traspasos:

Movimiento de los traspasos de contratos de explotación de maderas
en tierras baldías del estado Portuguesa

CONTRATISTA AÑO TRASPASA A: AÑO
Manuel Campos



Ismael Ruiz

Ignacio Lavié

Emilio Zárraga

Herrada, Barrios y Cordero


Cesar N. Córdova 1929



1929

1931

1931

1935


1931 Ismael Ruiz, Coronel S. Castellanos y Rafael A. Matheus.

Hnos. Ciuffi y Rocco

J.M. Betancourt Sucre

J.M. Betancourt Sucre

Pedro Cordero Gómez
Pacífico Cordero Gómez

J.M. Betancourt Sucre 1929



1929

1931

1931

1935


1931
<12>
Obsérvese cómo una sola persona: J.M. Betancourt Sucre, a través del sistema de traspasos, logra concentrar en sus manos los derechos de explotación de maderas de Ignacio Lavié, Emilio Zárraga y Cesar Norberto Córdova; eso significaba que explotaba maderas en el Distrito Turén y en el Distrito Páez, sin haber realizado, en todo el período que estamos estudiando, ningún contrato de explotación.

Permisos Anuales y Accidentales para explotación de Maderas en Tierras Baldías.

Además de los contratos, fueron utilizados otros mecanismos para explotar maderas en terrenos baldíos: los permisos anuales y accidentales, otorgados por el Ejecutivo Federal. Estos concedían a los beneficiarios el derecho a explotar maderas por un período de tiempo más limitado que el de los contratos. Algunos de los permisos localizados fueron los siguientes:

Permisos Anuales y Accidentales para explotar maderas en tierras baldías del estado Portuguesa: 1928 – 1937

Número de
Permiso Año Otorgado a:
24
25
18
19
37 1928
1928
1930
1930
1930


1932
1936
1937 Herrada y Barrios
Herrada y Barrios
Manuel Campos
Ismael Ruiz
Coronel Silvestre Castellanos, Ismael Ruiz, Rafael Matheus.

Hernández y Cordero
Pablo Yustiz Ramos
Pablo Yustiz Ramos

<13>

Para 1938, la explotación de maderas en tierras baldías de la zona producto de contratos, permisos anuales y accidentales alcanzaba a 2.554 metros cúbicos de maderas de ebanistería y 105 metros cúbicos de maderas de corazón. Para 1939, la producción fue de 4.508,869 metros cúbicos de maderas de ebanistería; 7,570 metros cúbicos de maderas de corazón y 165,013 m3 de maderas blancas. Estos datos no incluyen las explotaciones efectuadas en ejidos y tierras de propiedad particular.

Explotación de Maderas en Terrenos Ejidos

Cuando la explotación de madera iba a realizarse en terrenos ejidos, correspondía a los Concejos Municipales el otorgamiento de los contratos de explotación. Estos contratos, aunque semejantes a los de tierras baldías, poseían algunas modalidades. En ocasiones concedían en arrendamiento una determinada extensión de tierras para explotar las maderas existentes en ellas, señalando la ubicación, extensión y linderos de las tierras arrendadas. Otros contratos otorgaban el derecho a explotar las maderas del municipio a los interesados en la actividad, sin establecer extensión ni linderos, puesto que no implicaban arrendamiento de la tierra, sino sólo el derecho de explotación, respetando los contratos que otros tuvieran sobre la zona de ejidos concedida y con la única limitación de que los caminos abiertos por un determinado explotador, no podían ser utilizados por otros para sacar el producto.
Realizaban también, las municipalidades, ventas de árboles en pie, estableciendo con el comprador la cantidad que se vendía y el precio de cada árbol, según la especie, corriendo el comprador con los gastos y riesgos de la explotación. En ocasiones, las municipalidades asumían el trabajo y costo de la explotación y vendían la madera en rolas, aunque esto era menos frecuente.
Algunos contratos localizados por nosotros ilustran sobre venta de árboles en pie y madera en rolas, provenientes de los ejidos, que realizaron los Concejos Municipales de los Distritos Páez y Turén:

Contratos de Explotación, venta de árboles en Pie y Madera
en Rolas en terrenos ejidos de los Distritos Páez y
Turén del estado Portuguesa 1929 – 1938

AÑO OTORGANTE CONTRATISTA TIPO DE CONTRATO
1929



1930



1932



1936


1936


1936


1937


1937


1938


1938


1938 Junta Comunal del Municipio Canelones del Distrito Turén.

Junta Comunal del Municipio Canelones del Distrito Turén.

Junta Comunal del Municipio Canelones del Distrito Turén.

Concejo Municipal del Distrito Turén.

Concejo Municipal del Distrito Turén.

Concejo Municipal del Distrito Turén.

Concejo Municipal del Distrito Turén.

Concejo Municipal del Distrito Turén.

Concejo Municipal del Distrito Turén.

Concejo Municipal del Distrito Turén.

Concejo Municipal del Distrito Turén. Segundo González



Estebardo Avendaño


José Vicente Rangel
Cárdenas.

Estebardo Avendaño

Pacífico Cordero Gómez.

Rafael Ricardo Gil


Hnos. Ciuffi y Rocco

Vizcaya y Orsini


Juan F. Quintero


Leonidas Anzola


Acosta y Gómez Arrendamiento de 12.500 Hás. Para explotación de maderas diversas.

Derecho de explotación de maderas en los ejidos del Municipio.

Derecho de explotación de maderas en los ejidos del Municipio.

Venta de 500 árboles de cedro y caoba.

Venta de 400 árboles de cedro y caoba.

Venta de 200 m3 de maderas de ebanistería.

Venta de 400 árboles de cedro y caoba.

Venta de 500 m3 de cedro y caoba.

Venta de 100 árboles de cedro y caoba.

Venta de 50 árboles de cedro y caoba.

Venta de 50 árboles de cedro y caoba.
<14>

Aunque no muy numerosos, los contratos localizados nos permiten conocer la intensidad de la explotación de maderas finas o maderas de ebanistería en los ejidos, de los Distritos Páez y Turén. Solamente durante los años de 1936 a 1938, vendieron 1.500 árboles de cedro y caoba y 800 m3 de madera en rolas de la misma especie. Calculando rendimiento de cada árbol en base a 3,03 m3 de madera, en ese lapso de tiempo se aprovecharon unos 5.345 m3 de maderas de ebanistería. Ello significa que unos 1.754 árboles de las especies de mayor valor comercial fueron derribados en un período relativamente corto.

Estas ventas muy poco beneficiaban a las municipalidades, debido a los precios muy bajos de las transacciones. El precio de un árbol de caoba en 1936 era de 12 bolívares, ese mismo árbol tenía un rendimiento de 3,03 m3 de madera que se cotizaba en el mercado entre los 250 y 450 Bs. El m2, por lo que los mayores beneficios obviamente, eran para los que comerciaban con la madera.

Explotación de Maderas en Tierras de Propiedad Particular

Las tierras de propiedad particular sufrieron también la intensa explotación maderera. Los propietarios vendían las maderas existentes en sus predios, para salir de apuros económicos. Así lo confirma una circular emanada del Ministerio de Salubridad y de Agricultura y Cría, en 1932, que advertía sobre los efectos de la explotación incontrolada de maderas:

“…algunos propietarios de predios rústicos, cuando se encuentran en la imposibilidad de liberarlos de los gravámenes que sobre ello pesan y se ven obligados a entregarlos a sus acreedores se dan a la tarea de explotar en forma brutalmente destructora cuantos productos vegetales contengan, exterminando muy principalmente los árboles de maderas comerciales con el propósito de obtener los mayores provechos económicos…” <15>

Esta explotación no cuantificable que se hacía en tierras de propiedad particular y sin ningún control, complementaba a las realizadas con autorización de los organismos competentes. Veamos cual fue la situación en el estado Portuguesa:

Autorizaciones para Explotar Maderas en Tierras de Propiedad
Particular del estado Portuguesa: 1928 – 1939

AÑO Nº DE AUTORIZACIONES MADERAS EXPLOTADAS (M3)
EBANISTERIA CORAZON BLANCAS
1928
1930
1932
1935
1936
1938
1939 10
05
18
13
23
¿
¿ --
900
2.615
4.950
7.905
18.897
9.770 2.210
--
360
--
--
2.080
750 320
--
380
--
--
7.157
1.630
<16>

El artículo 49 de la Ley de Montes y Aguas de 1924 otorgó a las municipalidades de los Distritos la atribución de determinar, en sus respectivas localidades, las zonas en que, por ningún concepto, podrían explotarse maderas ni otros productos naturales. Producto de lo contemplado en este artículo, el Concejo Municipal del Distrito Acarigua (hoy Páez), el 25 de octubre de 1924 acordó la delimitación de las zonas de protección. Por esa razón, para explotar maderas, los propietarios de tierras debían solicitar una certificación que otorgaba el Concejo donde constara que, en la zona en que se iba a efectuar la explotación, no existían impedimentos de ningún tipo.

Algunas de las solicitudes de certificaciones localizadas fueron las siguientes:
Solicitudes de Certificaciones para explotar Maderas
en tierras de propiedad particular: 1926 – 1932

AÑO SOLICITANTE NOMBRE DE LA POSESION DISTRITO
1926
1927
1927
1927
1928
1929
1932
1932 Blanca de Anzola
José María Ramos
Pablo M. Zerpa
Buenaventura Ramos
Buenaventura Ramos
José María Ramos
Blanco Peñalver
Blanca C. de Anzola Maratán
Soledad de Armo
Las Majaguas
Durigua
Durigua
Soledad de Armo
Durigua
Maratán Acarigua
Acarigua
Acarigua
Acarigua
Acarigua
Acarigua
Acarigua
Acarigua

<17>

EL PROCESO DE EXPLOTACION DE LAS MADERAS

Localización de los Árboles
Explotar maderas implicaba un proceso complejo y de mucho riesgo por las condiciones propias de los lugares donde se trabajaba. Después de obtenida la autorización para explotar las maderas, era necesario un trabajo de localización, marcaje y numeración de los árboles que iban a ser talados; para ello, el “dueño de la explotación” contrataba al personal necesario: un baquiano, el “monteador”, el marcador y el numerador.

Estos trabajadores tenían funciones específicas y quizás la más importante era la del monteador o experto en maderas, quien seleccionaba los árboles a talar, escogiéndolos según exigencias del dueño de la explotación. Esta operación se denominaba “montear la madera”: “La dueña me decía me vas a montear tal cosa, tantos palos; me vas a montear 100, 200 de caoba, 200 de cedro, 200 de apamates…” <18>

A medida que se localizaban los árboles, éstos se marcaban haciendo un corte en la corteza y allí se colocaba, con pintura, un número: “Cada clase de madera iba con su número, número 1, 2, 3… <19>. Montear la madera era un trabajo de aproximadamente dos meses, porque los árboles aparecían diseminados y combinados por toda la zona; caso contrario, cuando se localizaban “manchas de madera”, es decir, cierta cantidad de árboles agrupados por especie en la misma zona, el tiempo empleado era menor.

Cuando ya los árboles estaban marcados, se limpiaba de malezas el área alrededor y procedían a construir caminos provisionales para la entrada de los camiones y obreros que venían a realizar la otra parte del trabajo.

Hechura de las picas o caminos provisionales

Para llegar hasta donde estaban los árboles marcados, se abrían caminos provisionales denominados “picas”; estos caminos eran fundamentales para sacar el producto y debían ser lo suficientemente anchos para que circularan los camiones roleros:

“…la explotación de unas pocas especies cuyos representantes a menudo ocurren en la proporción de uno por hectárea o menos, obliga en cada caso a construir tantas picas o camino provisionales como árboles se intente derribar, para dar fácil acceso a los vehículos destinados al transporte”. <20>.

La hechura de las picas incrementaba el costo de las explotaciones; los obreros encargados de hacerlas eran llamados “piqueros”, trabajaban ocho horas diarias cobrando su salario por día.

3.3. Corte de los Árboles

Comúnmente los árboles eran talados con hachas aunque en ocasiones utilizaban el llamado corte de raíz: “…desraigamiento del árbol utilizando un cable tirado por un tractor…” <21> pero, este procedimiento no era el más frecuente. El corte con hacha exigía cierta pericia de los trabajadores para conocer hacia donde caería el árbol y la profundidad de las muescas.

Hacheros, eran denominados los hombres que se encargaban de esta actividad, trabajando por tarea, es decir, por árbol talado y su trabajo tenía un rendimiento promedio de diez árboles diarios por hombre.

3.4. Seccionamiento del Árbol

Los árboles talados eran desramados y seccionados para facilitar el traslado del producto; utilizaban para ello una sierra circular que convertía los árboles caídos en rolas o trozas. Los trabajadores encargados de esta actividad eran denominados rodeadores y, al igual que los hacheros, trabajaban por hectárea, cobrando de acuerdo al número de rolas aserradas.

Las rolas se colocaban en un lugar denominado patio de rolas, donde llegaban los camiones para trasladar el producto. El patio de rolas era ubicado en el lugar de más fácil acceso.

3.5. Cubicación del Producto

La cantidad de madera explotada se aprecia en unidades cúbicas, el metro cúbico es la unidad utilizada. Esta apreciación se denomina cubicar, tarea realizada por los cubicadores sobre la madera en rolas. Aunque hay diferentes métodos de cubicación, el más utilizado en las explotaciones madereras de Portuguesa fue el llamado “método 20” que:

“Consistía en la sustracción de 20 cm a cada uno de los diámetros medidos dentro de la corteza, perpendiculares entre sí y convenientemente escogidos en la extremidad menor de la rola; estos diámetros así modificados se consideran como los lados de un rectángulo destinado a servir de base al prisma regular cuya altura será la longitud de la troza y cuyo volumen supuestamente da el volumen útil de ésta”. <22>


La cubicación era indispensable para obtener las guías, documento que autorizaba el traslado del producto, y traía no pocos problemas pues, cualquier error de cubicación podía ocasionar la detención de los camiones y su carga. En ocasiones, los cubicadores en complicidad con las autoridades cometían errores que el dueño de la explotación pagaba con multas o algún soborno.

Otro aspecto importante respecto a la cubicación era el siguiente: las autoridades respetaban el sistema de cubicación establecido por el Ministerio pero, cuando las rolas llegaban a los aserraderos, eran desconchadas y procedían a hacer una nueva cubicación, denominada, la comercial “…le tumbaban todo, le tumbaban la concha […] entonces la comercial le viene reduciendo a usted como ocho mil o nueve mil metros” <23>.

Por eso, cuando un explotador de maderas se había comprometido a vender a un aserradero una determinada cantidad de madera, debía explotar el doble, pues al llegar a la comercial se reducía notablemente la cantidad del producto.

3.6. Traslado de las Rolas

Para la década de 1930, el traslado de la madera desde los lugares de explotación hacía los centros de comercialización se hacia en camiones. Las rolas eran “patiadas”, es decir, arrastradas hacía un lugar denominado patio de rolas, normalmente ubicado en la sabana para facilitar el acceso de los camiones que, en interminables filas, esperaban para movilizar el producto hasta los aserraderos.

Las rolas eran montadas en los camiones utilizando diferentes métodos, de acuerdo a las disponibilidades. Algunas veces los trabajadores cargaban a pulso las inmensas rolas, otras se valían de la “voladora”, un complicado procedimiento de cadenas y barras que apoyadas en el borde posterior de los camiones facilitaba la operación; pero, el método más seguro era el “güinche”, aunque también era más costoso.

Los camiones cargados de rolas emprendían el camino hacia los aserraderos de Caracas o de la misma localidad. Un veterano transportista de madera recuerda las características del camión que conducía y la duración del viaje para el año de 1934:

“Era un camión… marca Ford, de varillaje, color rojo, que desarrollaba la velocidad “astronómica” de 60 kms. Por hora, soportando un peso de 3 toneladas, pero a veces lo cargaba con 6 toneladas.
Normalmente -sin accidentes- salíamos a las 8 p.m. y llegábamos a las 6 a.m. transitando por carretera de tierra”. <24>


La sobrecarga de los camiones y la dificultad de los caminos, convertían el transporte en una actividad lenta y costosa que abría fuentes de trabajo y promovía la formación de compañías de transporte, como actividad paralela a la explotación.

IV. ORGANIZACIÓN DE LA FUERZA DE TRABAJO EN UNA EXPLOTACIÓN MADERERA

Los Campamentos Madereros

Explotar madera significaba internarse en los bosques durante una determinada cantidad de meses; 3 o 4 meses permanecían los trabajadores en lugares alejados y de difícil acceso, por lo cual había que instalarse en el sitio donde se efectuara la explotación y cubrir las necesidades básicas de alimentación y vivienda. Para ello, establecían campamentos especiales. El dueño de la explotación, aportaba instrumentos de trabajo, utensilios domésticos, alimentos y materiales para la construcción de improvisados ranchos.

Estos campamentos eran ubicados en el lugar más cercano al bosque y, allí, los trabajadores construían ranchos para dormir, protegerse de los insectos y otros animales; además, de un rancho para la cocina donde se almacenaban los alimentos y dormía la cocinera denominada “chofa” que se encargaba de preparar la comida y distribuirla entre los trabajadores que eran “mantenidos” por el dueño de la madera. Mantenidos significaba que el propietario facilitaba alojamiento y comida.

Diferentes Tipos de Trabajadores

En las explotaciones madereras el trabajo era complejo y de múltiples riesgos; cada explotación ameritaba número considerable de trabajadores:

“Cuando yo decía que iba a salir para la montaña, se llenaba la casa de punta a punta, parecía que me iba a alzar. La gente me buscaba aquí, (refiriéndose a su casa) cuando decían José Zamora es el que sale pá la montaña, ya eso estaba lleno” <25>

Además, de una estricta división del trabajo, de acuerdo a las tareas que realizaban cada grupo de trabajadores. Así tenemos que, concluidas las actividades iniciales de localización de árboles, marcaje y numeración de los mismos, intervenían los trabajadores a los que correspondía la parte más fuerte del trabajo: talar, rolear, patiar, construir picas, etc. En esta etapa del trabajo, la fuerza de trabajo era distribuida de la siguiente manera:

Hacheros:

Cortaban con hachas los árboles seleccionados, tomando en cuenta, aunque con conocimientos empíricos, la profundidad de las muescas y la dirección hacía donde caería el árbol. Estos obreros trabajaban por tarea, es decir, cobraban por árbol talado y no por día.

Desmontadores:

Encargados de limpiar y dejar libre de maleza la zona alrededor del árbol que se iba a talar, trabajaban por tarea al igual que los hacheros.

Roleadores:

Eran los que desramaban y cortaban en rolas los árboles caídos, para ello utilizaban sierras de borde circular y su trabajo era por tarea, cobrando de acuerdo al número de rolas que aserraban.

Piqueros:

Abrían los caminos provisionales por donde circulaban los camiones que trasladaban el producto.

Caporal o Capataz:

Era el responsable de la explotación, personal de confianza del dueño de la madera que supervisaba el trabajo, distribuía la comida, instrumentos de trabajo, utensilios de cocina, materiales para la construcción de ranchos etc., y estaba pendiente de que no faltara nada. Pagaba a los obreros, y les vendía, a cuenta, algunos alimentos, bebidas, tabaco que los obreros solicitaban, no incluidos en el plan de mantenimiento.

Intervenían también los cubicadores, “guincheros, chóferes y ayudantes de los chóferes, que iban a los sitios de explotación para encargarse de la parte final del proceso: medir, cargar y trasladar el producto.

CARACTERÍSTICAS DE LAS EXPLOTACIONES MADERERAS EN EL ESTADO PORTUGUESA

Especies Explotadas

La explotación maderera en el Estado Portuguesa tenía un carácter selectivo, explotándose solo las maderas de mayor valor comercial llamadas maderas finas o de ebanistería: cedro y caoba fundamentalmente. La selectividad de la explotación incluía también la calidad de las mismas, que no debían tener nudos o manchas, desechando el producto que tuviera algún defecto, lo cual daba carácter de despilfarro a las explotaciones.

La selección y el despilfarro respondían a las demandas de los aserraderos, ya que estos, exigían maderas de primera calidad pues “…utilizaban solo aquellas especies más atractivas en su forma natural y nunca privó en ellos el concepto de realzarlas y mucho menos de mejorarlas…” (26). Además estas eran las maderas que, por su calidad, belleza y facilidad de trabajo, utilizaban las industrias del mueble y la ebanistería.

El Carácter Extractivo de las Explotaciones

Convertida en rolas, salía la madera desde los lugares de explotación hacia los centros de comercialización y consumo. En oportunidades, las rolas eran llevadas a los rudimentarios aserraderos que algunos explotadores instalaban en lugares cercanos a la zona de explotación donde, transformadas en tablas, tablones y forros, se llevaban a los centros de comercialización, pues el consumo local era exiguo.

Eran escasos los aserraderos locales para tal fin; en 1931 existían sólo siete, en los Distritos más cercanos a los lugares de explotación. Así tenemos que en Acarigua estaban los de Benjamín Barrios y sucesores (Acarigua) y la firma mercantil Herrada, Barrios y Cordero (Payara). En el Distrito Turén los de Vizcaya y Orsini (Villa Bruzual) y Estebardo Avendaño (Canelones). En el Distrito Esteller el de Antonio Valera (Maporal). En el Distrito Araure, el de los Hermanos Gil (Agua Blanca).

Los aserraderos locales eran insuficientes para procesar la cantidad de producto que se obtenía; por lo tanto, la mayor parte de la madera era conducida, en bruto, a los aserraderos industriales ubicados en el centro del país, que a la larga fueron los más beneficiados, otorgándole a las explotaciones un carácter fundamentalmente extractivo.

Periocidad de las Explotaciones Madereras

La explotación maderera fue una actividad periódica, limitada exclusivamente a la estación seca. Esto se debía a la mala calidad de los caminos, lo intrincado de la selva y el aumento del caudal de los ríos que impedían el acceso a las zonas de explotación, cuando empezaban las lluvias. El trabajo de explotación se concentraba entre los meses de enero y abril, cuando las primeras lluvias indicaban en el cese de las explotaciones “…ya en abril no se podía entrar en la montaña; en febrero y marzo había que echar carreras sacando esa madera para afuera…” (27) Aún en la estación seca, la explotación de maderas era descontinúa porque algunos factores naturales ayudaban a la suspensión de la tala, uno de ellos era el ciclo lunar, se tenía la creencia “…de que es perjudicial cortar madera en creciente, pues ésta se raja y se pudre fácilmente” (28).

Los Centros de Comercialización

Los explotadores de maderas utilizaban diferentes vías para comerciar el producto. Algunos eran propietarios de aserraderos donde aserraban sus maderas y las de otras personas que contrataran sus servicios. Otros, vendían el producto en rolas a los aserraderos de la localidad pero, la mayor parte de los explotadores madereros sacaban la madera en rolas hasta los aserraderos industriales ubicados en Caracas y Valencia.

Caracas era el principal centro de comercialización del producto que salía de las selvas y aserraderos del Estado Portuguesa pues el consumo local de maderas finas era insignificante, así lo confirma una de las fuentes consultadas:

“Las rolas son traídas de los bosques a los aserraderos, donde son aserradas y vendidas a la industria del mueble de Caracas y otras ciudades del país”. (29).

Los mismos contratos que otorgaba el Ejecutivo Federal para la explotación de maderas en tierras baldías sirven para conocer la ruta que seguía el comercio de las maderas porque en ellos se establecían las vías de salida del producto. Por ejemplo, si la explotación se realizaba en el Municipio Pimpinela del Distrito Acarigua, la madera en rolas era sacada hasta San Rafael de Onoto donde se tomaba la carretera de los llanos hasta Caracas. Esta misma carretera era la vía del producto extraído del Distrito Turén; los lugares de explotación más lejanos sacaban las rolas hasta Acarigua donde “…se realizaban las más numerosas operaciones comerciales del ramo y hasta allí viajaban los compradores de maderas en rolas o ya aserrada, de Caracas, Valencia, Maracaibo y otras ciudades del país”. (30)



El Costo de las Explotaciones

El complicado proceso de trabajo que implicaba una explotación maderera, además de los recursos de fuerza de trabajo, instrumentos de trabajo, permisología y transporte, convertían a la explotación maderera en una actividad bastante costosa que ameritaba una significativa inversión de capitales:

“Las explotaciones son muy costosas… eso se compra un corotero: ollas, platos, cucharas, machetes, hachas y todo eso eran como 3 o 4 mil bolívares en aquella época” (31)

Así se expresaba una fuente testimonial cuando recuerda algunos de los gastos que debía hacer para iniciar una explotación. Continúa diciendo: …”los instrumentos de trabajo son comprados por el dueño de la madera (…) si tu eres el dueño tienes un encargado al que le das la plata para que pague a los obreros (…) yo contrataba y le pagaba, le daba también todos los instrumentos de cocina y trabajos, y la comida al por mayor y el zinc para hacer los ranchos…” (32)

Otros gastos importantes eran el aserraje y el transporte del producto, sobre esto, nos ilustra el siguiente ejemplo basado en el costo de producción de un metro cúbico de cedro o caoba, realizado por un maderero que ha tenido que transportarlo desde muy lejos:
“Costo inicial, Bs. 5; explotación Bs. 10; transporte madera en bruto Bs. 55; aserrado Bs. 25; transporte madera aserrada Bs. 35; total Bs. 130”. (33)

Estos datos, que corresponden a un estudio publicado en 1941, sirven para deducir que la inversión inicial es mínima si se compara con el gasto que acarreaba el aserraje y transporte del producto. Por lo tanto, la rentabilidad de la explotación maderera tiene que haber sido bastante significativa para justificar el gasto de explotación y transporte.

La Rentabilidad de las Explotaciones

El costo de las explotaciones madereras era bastante elevado, debido a la complejidad del proceso y la ausencia de recursos técnicos que aliviaran esto tenía su recompensa, pues a pesar de que algunos consideraban viles los precios a los cuales se comercializaba el producto, y el precio de las maderas finas oscilaba de acuerdo a la demanda, el rendimiento del trabajo era bastante significativo.

Tenemos que un hachero, en un día de trabajo puede derribar de 10 a 12 árboles, cifra que en principio nos pareció exagerada pero que pudimos confirmar a través de dos fuentes, una testimonial que aseguró: “…había obreros que tumbaban hasta 12 palos y se ganaban un platero…” (34). Otra fuente, en este caso bibliográfica, refiriéndose a las características del corte de madera en el Estado Apure informa: “A cada peón le pagaban por derribar unos 10 árboles al día…” (35). El rendimiento de la jornada de un día de trabajo, y de un solo obrero, producía al dueño de la madera calculando que un árbol de cedro o caoba rinde 3m3 de madera en rolas, un total de 30m3.

El precio de la madera en rolas oscilaba entre los 5 a 30 bolívares el m3, de acuerdo a la accesibilidad del producto. Por eso, la venta de la madera en rolas se hacía en el mismo lugar de explotación donde llegaban los camiones contratados por los compradores y trasladaban el producto a los aserraderos. Esto implicaba que el comprador era el que costeaba los gastos del transporte, cuyo flete costaba entre 20 y 70 bolívares el m3, incluyendo la carga y descarga.
La venta de madera en rolas no era muy rentable, por eso, algunos explotadores preferían correr con los gastos de transporte y aserraje para vender la madera convertida en tablas, tablones y forros cuyos precios cuando se trataban de maderas de primera calidad, es decir, madera de no menos 2.50m de largo y de 15 a 30cm de ancho, fácil de cepillar, era, para 1931, de 350 bolívares el m3 de tabla, 450 bolívares el m3 de tablones. Claro que, a estos precios hay que reducirles el gasto ocasionado por el transporte y aserraje, que oscilaba entre los 25 a 40 bolívares el m3.

La mayor rentabilidad la obtenían los explotadores de maderas que poseían sus propios aserraderos y, luego, vendían directamente la madera aserrada a la industria del mueble y la ebanistería.

Vale mencionar que el rendimiento porcentual de 1.000m3 de rolas, de cedro o caoba, era de un 60 a 75% de madera de primera calidad. De allí se obtenían de un 25 a 30% de forros, 20 a 25% de tablas y 15 a 20% de tablones. Esta clasificación en tablas, forros y tablones, era de acuerdo al largo, espesor y textura de la madera. La textura determinaba la facilidad de aserraje y limpieza. Las medidas ideales eran las siguientes:

Tabla: Largo: 2.50 a 3m
Ancho: 15 a 29cm
Espesor: 1 pulgada
Forro: Largo: 2.50 a 3m
Ancho: 30 a 45cm
Espesor: 15 milímetros
Tablón: Largo: 2.50 a 3m
Ancho: 15 a 35cm
Espesor: 4 a 10cm (36)
LAS REPERCUSIONES ECONÓMICO-SOCIALES DE LA EXPLOTACIÓN MADERERA:

La explotación de maderas finas en el Estado Portuguesa tuvo un gran significado económico para los años de 1930 a 1939; constituyó una gran ayuda para la agricultura y la cría pues “…con centenar de “palos” se puede comprar un arado y una bomba de agua”. (37) Alivió la situación económica de muchos propietarios de tierras que vendían los árboles de maderas finas, o lo explotaban directamente, beneficiándose de esta actividad “…aunque no pocos criadores se comprometieron en ruinosas operaciones al entrar en el comercio de sus florestas”. (38)

El ansia de de explotación, abrió caminos hacia lugares inexplorados y se construyeron puentes para la salida del producto:

“…se tendieron puentes sobre el Cojedes, sobre el Cajarito, sobre el Masparro, sobre el Marías, sobre zanjones y lagunas. Imponentes tractores fueron abriendo carreteras sin más trabajo previo que un baquiano que servía de rumbero hasta el pie de los árboles…” (39).

Las municipalidades engrosaron sus rentas negociando los árboles de sus ejidos y hasta obtenían préstamos colocando como garantías las maderas finas, tal como se desprende del extracto que anotamos de un contrato entre el Concejo Municipal del Distrito Turén y el ciudadano José Aníbal Barrios:

“Primero: El Concejo Municipal de préstamo de mano del mencionado Barrios la cantidad de quinientos bolívares para sufragar los gastos que se ocasionen en la explotación de maderas… Segundo: El Concejo Municipal se compromete a pagar por los quinientos bolívares la cantidad de quinientos cincuenta bolívares en el término de tres meses… Tercero: El Concejo Municipal para garantizar al señor Barrios la suma que le ha prestado, afianza el cumplimiento, con las maderas existentes en las zonas determinadas por este mismo contrato…” (40).

Los comerciantes hacían negocios con las maderas finas y también garantizaban los préstamos recibidos con maderas. Así se infiere de un documento del año 1931, donde Estebardo Avendaño se constituye como fiador de José Abad Camacho, por la cantidad de veinte seis mil doscientos noventa y cuatro bolívares con ochenta céntimos, que el mencionado Abad Camacho adeuda a Fernando Betancourt Payares “…que me obligo a pagarle por el señor José Abad Camacho, en maderas de caoba y en partes de cedro que enviará a Caracas…” (41)

Ese mismo año, en otro documento, Juan Antonio Cordero Gómez compra al mismo Betancourt Payares una casa valorada en veintidós mil bolívares; dos mil ciento seis bolívares de chimó, timbres para ese producto y una para su elaboración; una pareja de mulas con sus correspondientes a pagar todo esto “…con los siguientes lotes de maderas aserradas de cedro y caoba puestas en Caracas y de las dimensiones, clase y precios siguientes…” (42)

La explotación maderera atrajo y absorbió mucha fuerza de trabajo, del mismo estado y de los estados vecinos y, en un estado donde “…la población es muy escasa y algunos hacendados durante la recolección del café, importan trabajadores del Estado Lara.” (43) se daba el caso de que, también, había que traer trabajadores para la construcción y otras actividades pues “…toda vez que al cesar el período de lluvias los obreros se marchan hacia la selva de Turén para dedicarse al trabajo de la explotación de maderas…” (44), a pesar de que el trabajo del obrero maderero era bastante arriesgado y duro.

Otro aspecto importante de la explotación maderera fue, la conformación de un grupo social conocido con el nombre de los madereros. Grupo integrado por los propietarios de las explotaciones madereras, cuyos capitales, provenientes de dicha explotación, serán invertidos en la instalación de aserraderos industriales y que, con el transcurso del tiempo, alcanzarán un poder económico, social y político que los convertirá en el grupo social de mayor influencia en la vida económica del estado durante más de tres décadas y, de los que, algunas vez, se dijo:

“…la explotación de todo lo que sea madera en Portuguesa se ha convertido en algo más que una actividad comercial, en algo más que un negocio de audaces: ya es una operación de aventureros que renunciando a todos los sentimientos sociales, y políticos y humanos, trafican con la desolación de lo que ayer fuera una preciosa riqueza forestal…” (45)

La explotación maderera estimuló también la instalación de numerosos aserraderos industriales, que auguraron el desarrollo de una importante industria forestal.

Epílogo:
Hasta 1940 las selvas del Estado Portuguesa fueron ricas en cedro y caoba. Este recurso natural vegetal que se aprovechó de manera irracional y despilfarradora, sufrió el natural agotamiento y la incipiente industria maderera del Estado que había surgido, entre otras cosas, por la cercanía de las fuentes de abastecimiento, comenzó a sufrir las consecuencias del desabastecimiento. Fue así como los madereros enfilaron sus hachas y su codicia a las selvas de Barinas que, unidas a lo poco que aún quedaba en Portuguesa, alimentaron a la industria hasta muy entrados los años 60.

ORIGENES DE LA INDUSTRIA MADERERA EN ACARIGUA Y ARAURE

Para estudiar los orígenes de la Maderera que se desarrolló en las ciudades Acarigua y Araure a partir de la cuarta década del siglo XX, tenemos que remontarnos a finales de la segunda década de este siglo cuando comenzó la explotación de maderas en la región selvática del Estado Portuguesa. Explotación que tenía carácter extractivo y fines comerciales debido a que casi todo el producto explotado era sacado de los bosques convertido en rolas y trasladado en camiones hacia Caracas, donde se encontraban ubicados la mayor parte de los aserraderos industriales, así como la industria del mueble que absorbía esta materia prima.
Muy pronto comenzaran a surgir en las mismas zonas de explotación algunos aserraderos con tecnología atrasada, llamados aserraderos de discos que ocasionaban desperdicios del producto del producto porque “comían mucha maderas”, pero a la vez hacían un poco más rentable la actividad de explotación pues la madera aserrada poseía más valor que la madera en rolas, forma en que comúnmente era trasladado el producto:

“La explotación maderera en esta zona, mejor dicho sus orígenes su ubican en las décadas de los años 20 y 30, de 1925 a 1935; con la utilización del aserradero de disco (…) inicialmente los aserraderos se establecieron, en algunos sitios donde era cortada la madera”

La necesidad de convertir a esta industria incipiente en algo más productivo y de mayor rendimiento llevó a la instalación de aserraderos más tecnificados en las ciudades que constituían los lugares más cercanos a las zonas de explotación, a las vías de salidas del producto hacia el centro del país y que además contaban con los servicios de agua y luz. Fue así como Acarigua y Araure resultaron los lugares más atractivos para los pioneros de la industria.

Uno de esos pioneros, Carlos Mazziotta, a quien encontramos como explotador de maderas en el Distrito Turén desde 1930, fue el que instaló el primer aserradero de cinta, denominado Aserradero “Santa Teresa” ubicado en una extensión de 20.000m2 de terrenos ejidos urbanos que compró en el año 1935 a la Municipalidad del Distrito Páez por quinientos (500) bolívares.

Era Carlos Mazziotta un industrial de Valencia que combinaba sus actividades madereras y agropecuarias, con otras actividades industriales entre las que destacaba la producción de cigarrillos “Dalila”, que en cajetillas de fondo azul vivo enmarcadas ornamentalmente en dorado salían de su fábrica ubicada en Valencia.

Otros pioneros de la industria fueron los hermanos Juan Antonio, Pedro y Pacífico Cordero Gómez; Joaquín Avellán; Manuel Ganaín; Felíx Herrada; Gonzalo Gómez Acosta, Abelardo Hernández; Rafael Ricardo y Juan Antonio Gil, a los que a que se irán agregando otros que provenientes del centro o de la misma localidad impulsarán el desarrollo de esta industria. Algunos traían experiencias en la explotación de maderas, otros se iniciaban en esta rama por sus relaciones familiares o amistosas con los pioneros y por las múltiples ventajas económicas que ofrecía.

Los Primeros Aserraderos de Acarigua y Araure

En este lapso comprendido entre finales de la década del treinta y hasta 1949, un período aproximado de 12 años se instalarían en Acarigua y Araure los aserraderos industriales, estimándose que para 1950 habrían, solamente en Acarigua, veinticuatro (24) aserraderos, algunos de los cuales eran los siguientes:
ASERRADEROS UBICADOS EN ACARIGUA Y ARAURE: 1939 – 1949
Propietario Aserradero Ubicación
Carlos Mazziotta y Cía
Pacífico Cordero Gómez
Juan Antonio Gil
Joaquín Avellán
Pablo Yustiz Ramos
Manuel Ganaín
Abraham Barrios B.
Hugo Otto Meinhardt
Gonzalo Gómez Acosta
Gonzalo Gómez Acosta
Maximiliano Ugarte
Ciro Rocco Hno. y Cía.
Tomas Ziccarelli
Juan Dimase e Hijo
Giusseppe y Gaetano Dimase Santa Teresa
Acarigua
C.E.F.A. (*)
Avellán
La Coromoto
El Pujío
Corporación Maderera
H. O. Meinhardt y Cía
Páez
5 de Diciembre
Avellán
Bolívar
Ziccarelli
Libertador
Santa María Acarigua
Acarigua
Acarigua
Araure
Acarigua
Araure
Acarigua
Acarigua
Acarigua
Araure
Araure
Acarigua
Araure
Acarigua
Acarigua
(*) Central de Explotación Forestal y Agropecuaria (2)

Número bastante significativo si lo comparamos con la cantidad de aserraderos existentes en el Distrito Federal para el año 1945, algunos de los cuales eran de los mismos propietarios de aserraderos en Acarigua y Araure, tales como, Carlos Mazziotta, Joaquín Avellán, Hugo Otto Meinhardt y otros de compradores de maderas que poseían Oficinas de Compra y Venta de productos en las mismas ciudades, como el caso de Pereira Véliz y Cía.


ASERRADEROS UBICADOS EN EL DISTRITO FEDERAL EN 1945
Aserradero Ubicación Dirección
Aserradero Venezuela
Avellán Joaquín
Azpúrua y Cía., Enrique
Bello y Cía.
Bracho Jesús
C. A. Aserradero Santa Teresa
C. A. Braun e Hijo
C. A. Maderera “Caracas”
C. A. Maderera “Caracas”
Hernández y Cía. Armando
Matos, M. A.
Matos Sucs., M. A.
Meinhardt y Cía., H. O.
Montemayor y Cía.
Morales Báez, Diego
Pereira Véliz y Cía.
Ravard y Cía. Alfonso
Rodríguez, Fulgencio
Zamora, Gabriel Caracas
Caracas
Caracas
Caracas
Caracas
Caracas
Caracas
Caracas
Caracas
Caracas
Caracas
Maiquetía
Caracas
Caracas
Caracas
Caracas
El Recreo
Caracas
Caracas Bucare a Puente Junín Nº 24-2
Sur 25
Este 18 Nº 34
Este 16 Nº 41
Traspasos a Colón Nº 35
Av. Principal San Agustín del Sur
Carmenes del Rincón Nº 34-B
Venado a Río S/N
Oeste 4 Nº 29
Este 8 Nº 140
Oeste 2 Nº 72
Calle 5 Nº 84
Av. Del Cementerio Nº 21
Cañada de la Iglesia S/N
Sur 6 Nº 132
Este 20 Nº 77
Bombilla a Santa Rosa Nº 46-1
Sur 8 Nº 17
Quinta Crespo a Pte. Casacoima
(3)

FACTORES QUE INFLUYERON EN LA FORMACIÓN DE LA INDUSTRIA MADERERA EN ACARIGUA Y ARAURE

Los primeros aserraderos surgen en las zonas de explotación maderera del Estado Portuguesa como una consecuencia de la intensa explotación forestal y como una forma de hacer más rentable el trabajo, pues había gran diferencia entre el precio de la madera en rolas que era la forma como se extraía de los bosques y la madera aserrada. En principio fueron pocos los aserraderos y la mayor parte de la madera salía convertida en rolas hacia los lugares de venta, principalmente Caracas donde era adquirida por los industriales del mueble.

Posteriormente una serie de factores incidirán para que una parte vital del proceso de industrialización, el aserraje que convertía a las inmensas rolas en tablas, tablones y forros se concentrara en las ciudades de Acarigua y Araure. Entre ellos podemos mencionar la cercanía y riqueza de las fuentes de abastecimiento, la existencia de las vías de comunicación, el bajo costo de los ejidos urbanos, las reducidas patentes de industria y comercio que imponían las Municipalidades, así como el valor comercial de las maderas finas.

Las Fuentes de Abastecimiento

Una de las características de la industria maderera del Estado Portuguesa fue el trabajo concentrado en las maderas finas de cedro y caoba, las más comerciales por su calidad, belleza y precios. Estas maderas eran extraídas de la región selvática del estado, bastante extensa y rica en estas especies, siendo el lugar más explotado la Selva de Turén muy cercano a Acarigua.

Poseer la fuente de abastecimiento de materia prima era la razón fundamental para la instalación de los aserraderos y sí a esto unimos la gran cantidad de maderas finas que poseían los bosques del estado, existía por lo tanto la condición prioritaria para la formación y expansión de esta actividad industrial: “En la Selva de Turén los baldíos de primera línea, abastecieron de maderas finas toda la industria maderera de Portuguesa al principio y dio impulso a su desarrollo y prosperidad”. (4)

Y cuando las maderas finas de la Selva de Turén comenzaron a agotarse debido a la explotación irracional y despilfarradora, los aserraderos industriales empezaron a abastecerse de la riqueza forestal del Estado Barinas.

Las Vías de Comunicación

La ubicación de las ciudades de Acarigua y Araure, muy cerca de Barquisimeto y con vías de comunicación hacia centros de comercialización y consumo, tal como la carretera Acarigua-Valencia y de allí a Caracas, aproximadamente 400 kilómetros transitables por vehículos de motor, aún en tiempos de lluvia permitió la prosperidad de la industria. Los camiones sobrecargados hacían diariamente esta ruta para trasladar el producto a los centros de consumo y a los aserraderos que poseían en Caracas algunos de los madereros de Acarigua y Araure.

Los Ejidos Urbanos

Poseían las ciudades de Acarigua y Araure, extensiones de ejidos urbanos que fueron arrendados o adquiridos en compra-venta condicional por los madereros para instalar los aserraderos industriales, con el aval, el apoyo y estímulo de los Concejos Municipales que cedían extensiones considerables de terrenos a precios irrisorios con la excusa de que la instalación de aserraderos beneficiaba a la colectividad.

Algunas operaciones de compra-venta y arrendamiento ilustran el aprovechamiento que de los ejidos urbanos hicieron los madereros:
En 1935 Carlos Mazziotta y Cía. adquiere 25.000 metros cuadrados de ejidos urbanos, 20.000 para construir un aserradero y los otros 5.000 para su vivienda particular. El precio de venta de estas dos porciones fue de quinientos (500) bolívares:

Al año siguiente, 1938, Joaquín Avellán quien poseía un aserradero que ocupaba una mañana (10.000m2), adquiere 5.000 metros cuadrados de terrenos que anexa a los ya poseídos, alegando que eran fabricar casa a los obreros de su empresa.

Entre 1940 y 1949, solicitaron en arrendamiento o compra-venta condicional ejidos para instalar aserraderos: Manesés Meléndez, Alberto Veloz Ramos, Miguel Rocco, Pablo Yustiz y Carlos Mazziotta (4 hectáreas), Gonzalo Gómez, Abraham Barrios (7,5 hectáreas), Maximiliano Ugarte (9 hectáreas), Pacífico Cordero (6 hectáreas), Pedro Zaraza, Pedro Cordero Gómez (3 hectáreas), Esteban Santander (1.000m2), Augusto Patrizzi (4.000m2).

Si calculamos en una hectárea, la cantidad de terreno solicitada por algunos madereros, cuyas solicitudes no indican la extensión (cálculo que hacemos, conociendo que la instalación de una aserradero exigía por lo menos esa cantidad de terreno para ubicar maquinarias, patio de rolas, patio de secado y espacio para la circulación de camiones), solamente en los nueve años señalados, los aserraderos ocuparon aproximadamente 38 hectáreas de ejidos urbanos Acarigua y Araure, es decir, unos 380.000 metros cuadrados, sin incluir los terrenos ocupados por depósitos de rolas y Oficinas de compra y venta de maderas.


Los Patentes Municipales
Las municipalidades apoyaron y estimularon la industria maderera, por una parte porque esta generaba algunos beneficios a sus rentas y por otras, porque muchos industriales de la madera llegaron a ser Concejales y desde sus curules defendían a los madereros, sector de muchas contradicciones por la manera como funcionaba la industria pues habían los que aserraban sus propias maderas, los que aserraban propias y de terceras personas, los que combinan el aserraje con la venta de madera y los que solo se dedicaban a comprar y vender el producto.

Estas condiciones impedían que la Municipalidad pudiera pechar con impuestos justos a los madereros, pues lo que existía era una patente por industria que no gravaba la parte comercial del negocio. Cuando el Concejo Municipal del Distrito Páez quiso poner coto a esta situación cobrando un impuesto por venta de maderas ocasionó la reacción inmediata de los madereros que se negaron a pagar dos veces por el mismo producto.

Esto sucedió en el año 1944 cuando la ley de Rentas Municipales pretendió establecer una clasificación de los industriales y comerciantes de la madera para evitar la extracción de maderas hacia otros lugares de la República sin reportar beneficios a la colectividad. Las protestas de los madereros se materializaron en la negativa de pagar patentes.

Finalizando en el año 1945 el Concejo Municipal dirigía correspondencias a los madereros incitándolos a pagar las patentes. Aparecían como deudores a las Rentas Municipales:

- Abraham Barrios: Desde Diciembre de 1944 hasta Noviembre de 1945, a razón de 50 bolívares mensuales, adeudaba la cantidad de 600 bolívares.
- Pacífico Cordero: Desde Enero a Noviembre de 1945, a razón de 100 bolívares mensuales, adeudaba la cantidad de 1.100 bolívares.
- Pedro Cordero: Desde Enero a Noviembre de 1945, a razón de 80 bolívares mensuales, adeudaba la cantidad de 880 bolívares.
- H. O. Meinhardt: Desde Abril a Noviembre de 1945, a razón de 100 bolívares mensuales, adeudaba la cantidad de 800 bolívares.
- Carlos Mazziotta: Desde Octubre de 1944, a razón de 100 bolívares mensuales, adeudaba la cantidad de 1.400 bolívares.
- José Dimase Mazziotta: Desde Julio a Noviembre de 1945, a razón de 100 bolívares mensuales, adeudaba la cantidad de 400 bolívares.
- Pereira Véliz y Cía: Desde Abril a Noviembre de 1945, a razón de 80 bolívares mensuales, adeudaba la cantidad de 640 bolívares.
- Gonzalo Gómez Acosta: Desde Septiembre a Noviembre de 1945, a razón de 80 bolívares mensuales, adeudaba la cantidad de 240 bolívares.

Esto daba un total de 6.060 bolívares que había dejado de percibir las Rentas Municipales del Distrito Páez por concepto de patente industrial. Aunque aparentemente las patentes establecidas por la Ley de Rentas Municipales de 1944 eran bastante altas si la comparamos con los 75 bolívares trimestrales que pagaban en el Distrito Federal por ventas de maderas, hay que considerar que así como la actividad de la industria era periódica también los eran las patentes, pues apenas comenzaban las lluvias, los madereros solicitaban la suspensión del pago de patente y la exoneración de los trimestres de los camiones utilizados en la industria y esto era concedido de inmediato.

El Valor Comercial de las Maderas Finas

Una de las características de la industria maderera del Estado Portuguesa fue el limitado número de especies vegetales de que se surtía. Eran estas, el Cedro y la Caoba principalmente, aunque en ocasiones también se surtió de Apamate y Jabillo, pero esto era insignificante.

Las maderas finas eran las que tenían mayor valor comercial y demanda en los centros de consumo ofreciendo mejores perspectivas y mayores ganancias a los aserraderos y aunque los precios de la madera aserrada dependían de la oferta y la demanda, normalmente oscilaban de acuerdo a la calidad, textura, grosor, etc., entre 250 y 450 bolívares el metro cúbico. Precios que hoy en día son irrisorios si los comparamos con los 15.000 bolívares que cuesta el metro cúbico de Caoba, pero en su momento, para la época en que estamos estudiando, eran bastante significativos si tomamos en cuenta que un obrero manufacturero, de acuerdo al trabajo desempeñado en la industria maderera ganaba un salario que oscilaba entre los 4 y 16 bolívares diarios.

EL FUNCIONAMIENTO DE LOS ASERRADEROS

En el proceso de industrialización y comercialización de las maderas existían diferentes modalidades que pudimos deducir de algunas de las correspondencias enviadas por los madereros a la Administración de Rentas Municipales y a la Cámara Municipal protestando la Ley de Rentas Municipales de 1944. De estas se puede deducir que los madereros se desempeñaban de diversas maneras, algunos se calificaban como industriales, tal es el caso de Juan Antonio Gil propietario de la empresa “Central de Explotación Forestal y Agropecuaria” quien alegaba la injusticia de habérseles asignado una patente de Bs. 100 por su establecimiento de compra y venta de maderas:
“…porque no actúo en el ramo de compra y venta de maderas (…) la maquinaria de mi aserradero no es especulada en su funcionamiento desde el punto de vista de su prestación de servicios al público (…) no presto el servicio de aferramiento para maderas extrañas a las de mi propiedad…” (5)

Esta era una de las formas como funcionaban algunos aserraderos que trabajaban solo con maderas de su propiedad, no prestaban el servicio de aserraje al público, ni vendían maderas en la localidad.

Otros, como el caso de la firma “Ciro Rocco Hnos. y Cía.” prestaban el servicio de aserraje al público pero las operaciones de compra y venta de maderas las hacían fuera de la localidad, así se desprende de una correspondencia enviada a la Administración de Rentas Municipales por la firma mercantil “Ciro Rocco Hnos. y Cía.”:

“Nosotros solo aserramos maderas a distintos clientes como podemos comprobarlos con nuestros libros de contabilidad y por esta operación pagamos a esas rentas por patente la cantidad de Bs. 100 (…) La firma “Ciro Rocco Hnos. y Cía.” de Caracas es la que se ocupa de las compras y ventas, pero en Caracas, y paga una patente de Bs. 75 trimestrales…” (6)

En este mismo sentido se expresaban los hnos. Sánchez Parra, cuando manifestaban “…no tenemos en esta ciudad sino unos 25 metros de maderas para aserrar y los cuales serán trasportados a la ciudad de Valencia donde tenemos el asiento principal de nuestras operaciones comerciales…” ( )

También comerciaban con madera fuera de la localidad la firma mercantil “Juan Dimase e Hijo”, cuyo socio solidario enviaba a la presidencia del Concejo Municipal una carta muy explicita donde alegaba que “…si bien es cierto que nuestra firma tiene establecido en esta ciudad una empresa de aserraje de madera (…) por lo que respecta a la venta de madera no tiene nuestra firma ningún establecimiento en esta ciudad que se ocupe de ello…” (49). Y continuaba explicando que según el documento constitutivo de dicha sociedad:

“…se tiene establecido un depósito en Caracas que se ocupa exclusivamente de la venta de maderas que se adquieren y se asierran en nuestra empresa, y por cuyo depósito se paga en las Rentas del Distrito Federal el correspondiente impuesto” (9)

Gonzalo Gómez cuyo negocio en Acarigua era de aserraje de maderas propias y de terceras personas, también manifestaba:

“…tengo establecida en Caracas en unión del Sr. Gonzalo Cabrera una sociedad en comandita simple, que se dedica a la venta y depósito de maderas por cuyo negocio satisfecho el respectivo impuesto a las Rentas del Distrito Federal (…) la totalidad de las maderas que adquiero solo son adquiridas en Caracas…” (10)

Del contenido de las correspondientes transcritas podemos deducir las particularidades de operación de algunos aserraderos, en el sentido de que en la localidad el trabajo consistía fundamentalmente en aserrar las maderas que adquirían pues el trabajo tenía muchas ventajas, el precio de la tierra era menos oneroso, lo mismo que el salario de los obreros manufactureros que ganaban entre 4 y 16 bolívares con los servicios de agua y luz y la cercanía de las fuentes de abastecimiento.

En cuanto a los beneficios que estos aserraderos aportaban a la colectividad estaban la apertura de fuentes de trabajo y lo que por concepto de patente percibía la Municipalidad. La otra cara de la moneda era el aprovechamiento irracional de las fuentes de abastecimiento pues los aserraderos exigían cada vez mayor cantidad de materia prima sin que existieran medidas adecuadas para su conservación y reproducción.

Los camiones roleros que transitaban libremente por las dos ciudades, deterioraban las calles y enfermaban a la población con el polvo que levantaban. Muchos madereros ocupaban grandes extensiones de terreno con depósitos de rolas que en ocasiones interrumpían el tráfico. El aserrín y los desechos industriales ensuciaban las calles y no eran pocas las protestas de la comunidad. Prueba de ello es la correspondencia enviada por el Secretario de Organización Distrital del Partido Acción Democrática:

“…tiene informes fidedignos esta seccional de que por parte de los aserraderos situados en el barrio Algarrobo de esta ciudad, ha tomado por costumbre depositar desperdicios de maderas aserradas (aserrín) precisamente en el frente de varias casas de familias pobre que por dicho barrio habitan…” (11)

En esta correspondencia a la par de defender a los habitantes de los barrios, hacían serias denuncias contra un rico dueño de aserradero:

“También está informada esta seccional que los ciudadanos José Dimase y Ramón Moreno, el primero propietario de un aserradero y el segundo posee un camión, han depositado, uno aserrín y el otro basura, en la nueva avenida que el Ejecutivo Estadal está construyendo hacia el cementerio de esta ciudad, Calle Carabobo, parte Sur”. (12)

La parte más rentable del negocio maderero se hacía en Caracas o Valencia donde se efectuaba la comercialización del producto que era adquirido por la industria del mueble. Casi todos los propietarios de aserraderos tenían depósitos y oficinas de ventas en estas ciudades. Caracas y Valencia abastecían de materia prima a la industria del mueble y se evitaban todos los gastos y molestias que ocasionaba el aserraje además de incrementar sus rentas con las patentes comerciales que se negaban a cancelar los madereros en Acarigua y Araure.

Esto nos lleva a deducir que el consumo local de maderas finas era exiguo aunque algunos madereros poseían en Acarigua aserraderos donde también vendían maderas, pero los problemas mayores eran los que ocasionaban aquellas personas que sin poseer aserraderos se dedicaban a la compra y venta de maderas tal como lo mencionaba Pacífico Cordero refiriéndose al impuesto por compra y venta de maderas de 1944, “…que fue creado por el Concejo anterior con el objeto de gravar a aquellas personas y empresas, que no teniendo aserradero, se dedicaban al negocio de maderas y no estaban gravadas anteriormente por ningún otros impuesto…” (13)

Aunque si existía un impuesto establecido en el artículo 29 de la Ley de Rentas Municipales de 1941 donde se estipulada lo siguiente: “…personas que comercien en la compra de árboles en pie y de rolas para ser extraídas fuera del Distrito, pagaran Bs. 40 mensuales. (14)

Otra particularidad sobre el funcionamiento de los aserraderos era el carácter periódico de la actividad, pues cuando comenzaban las lluvias se paralizaban las explotaciones y la industria quedaba desabastecida de materia prima.

LA CONFORMACIÓN DEL GRUPO SOCIAL DE LOS MADEREROS

Madereros eran llamados en Portuguesa todos los que se dedicaban al trabajo de la madera, pero el auge de la industria dio una connotación especial a esta denominación que comenzó a utilizarse para designar a los poderosos propietarios de aserraderos industriales cuya influencia económica, social y política se hacía sentir en todo el estado.

Estos madereros comprendían su importancia como impulsores de una actividad “…en la cual devengan muchos obreros el sustento diario”. (56) La prepotencia de los madereros se percibía en las palabras pronunciadas por Hugo Otto Meinhardt, maderero y Concejal cuando defendió los intereses de los madereros en una sesión ordinaria del Concejo Municipal, tal como consta en el acta que se levantó en aquella ocasión; en esa oportunidad dijo: “…todo el Concejo es deficiente, no es justo que los aserraderos industriales que sostienen al pueblo se les aumente la patente para hacer rentas, que el Concejo debiera tener carácter para hacer efectivas aquellas patentes, por muchos meses atrasadas…” (16)

Además de Meinhardt algunos otros madereros ocupaban cargos importantes en los Concejos Municipales de los Distritos Páez y Araure, entre ellos Francisco y Abraham Barrios “…capitán de empresas, uno de los principales colaboradores para el desarrollo integral de la región”. (17) Pacífico Cordero y Juan Antonio Gil.

Los madereros además de ser los principales empleadores conformaron un grupo social cerrado:

“En Portuguesa los madereros renuncian a los sentimientos sociales cuando se ubican en su exclusivo mundo al cual no puede entrar nadie, ni los identificados con la misma ambición; renuncian a sus sentimientos políticos porque para ellos no existe el partido, la doctrina, la filosofía política que responda a una realidad, sino la tienda de turno que garantice ventajas; renuncian a sus sentimientos humanos, porque para multiplicar sus pertenencias se persiguen unos a otros llegando hasta el crimen, todo en beneficio de una ambición desenfrenada…” (18)

La influencia de los madereros esta presente en los comentarios de Nerio Duín Anzola a raíz de la publicación del artículo de Gustavo Santander:

“Yo que soy amigo de él, temí que algo grave podía sucederle, ya que los señores que renegaban contra él eran los ricos madereros (…) ellos tienen plata y andan en carros de 30 y 50 mil bolívares, paseando con sus honorables familias, será posible que se valgan de manejos ilícitos” (19)

Continuaba haciendo referencia a las injusticias que en cuestiones de madera había visto: “He visto quitarle a los pobres las varas que sacan para hacer sus ranchos para ellos y sus familias, y en cambio los pudientes, como dice Santander sacan gandolas cargadas de rolas y no les hacen nada” (20)

Los madereros valiéndose de su poder económico e influencia política promovieron la realización de obras públicas que favorecieron sus negocios: macanización de calles, extensión de los servicios de agua y luz, construcción de caminos y puentes.

Del poderoso grupo de los madereros podemos mencionar a Carlos Mazziotta, Juan Antonio, Pedro y Pacífico Cordero, Juan Antonio y Rafael Ricardo Gil, Guillermo González Chacón, Joaquín Avellán, Francisco y Abraham Barrios Bustillos, Gonzalo Gómez Acosta, Manuel Ganaín, Pablo Yustiz Ramos, Maximiliano Ugarte Arias, Manáses Meléndez, Tomas Ziccarrelli, José Dimase Mazziotta, Hugo Otto Maeinhardt, Ciro y Miguel Rocco, Estebardo y Arturo Avendaño, Ramón Magual y Eduardo Acosta, quienes fueron pioneros de la industria maderera en Acarigua y Araure.

EL TRANSPORTE DE LAS MADERAS: UNA ACTIVIDAD PARALELA

Una de las actividades que se desarrolló en Acarigua derivada de la explotación de maderas y de la existencia de establecimientos industriales fueron las empresas de transporte, fundamentalmente de camiones que eran el tipo de vehículos utilizados para el traslado de las maderas en bruto o aserradas, pues si bien era indispensable en las zonas de explotación forestal, también lo eran para la industria ya que los centros de comercialización del producto estaban ubicados en la región central del país.

Eran tan numerosos los caminos que entraban y salían de las ciudades de Acarigua y Araure, que en 1944 la Inspectoría de Vehículos y Tráfico Urbano del Distrito Páez estableció las vías por donde circularían los camiones cargados de rolas y maderas aserradas:

“Los camiones con estos cargamentos que hagan su entrada por las Rejas “El Matadero”, “Leonidas”, “Turén” y “Guanare”, deben seguir a lo largo de la calle “Curpa” entrando en línea recta a la calle “Simón Rodríguez” hasta la calle del “Samán”, donde tomarán las vías indicadas por avisos y flechas respectivas para seguir calle “Arévalo González” a salir Reja de San Carlos. Los camiones que hagan su entrada por la Reja de “san Carlos”, deben seguir calle “Carabobo”, a salir por la calle “Negro Primero” a tomar la calle “Cecilio Acosta”, línea recta a la Reja de Guanare. Los camiones roleros, vía Araure, tomarán la calle “Negro Primero”, a coger la cale “Avenida Colón”, donde seguirán línea recta a la derecha”. (21)

El volumen de camiones lo constituían los que venían de otras regiones del país y los que eran de propiedad particular de residentes en Acarigua, donde la actividad del transporte era muy lucrativa, llegándose a constituir flotas de camiones en manos de un solo propietario, esto se deduce de una relación de Rentas Municipales correspondiente al mes de Enero de 1947, en esta aparece un total de 215 camiones que cancelaron patente por tráfico de vehículos nada más en ese mes, hacemos la salvedad de que la patente se pagaba en el lugar donde tenía establecida su residencia el propietario del vehículo.

Veamos entonces a partir de esa relación quienes eran los que concentraban la propiedad del mayor número de camiones:

PROPIETARIO Número de Camiones
H. O. Meinhardt
C. A. Aserradero “Santa Teresa”
Miguel Fagúndez León
Juan Antonio Gil
Joaquín Avellán
Corporación Maderera
Pacífico Cordero Gómez
G. González Chacón
Ramón Cordero Gómez
Jorge Chediak
Carlos Arias 20
20
19
13
11
10
10
9
7
6
6
6
(22)

De esta información se deduce que algunos propietarios de aserraderos intervenían también en el negocio del transporte y los que no eran madereros prestaban el servicio de manera particular.

El transporte de la madera abría también fuentes de trabajo pues en cada camión normalmente trabajaban dos personas: el chofer y el ayudante. Si consideramos que para 1941 la población de Acarigua era de 7.420 habitantes y que de estos aproximadamente 500 personas obtenían su salario del transporte de maderas representaba el 6,75% de la población de la población, que conducían los camiones desde los centros de explotación hacia Acarigua donde estaban instalados los aserraderos y desde allí a Valencia o Caracas que eran los lugares de comercialización del producto.

Algunos madereros poseían sus propios camiones, aunque era muy frecuente el pago de fletes para el traslado de el producto por razones de costo de las unidades, poseer un camión significaba una considerable inversión de dinero pues el precio de uno de ellos alcanzaba a los seis mil (6.000) bolívares y la vida útil de este tipo de vehículo en óptimas condiciones no superaba los seis meses debido a la calidad de los caminos y a la sobrecarga que soportaban que la mayoría de los casos era el doble de su capacidad. Esto ameritaba una inversión constante en reparaciones y repuestos, por lo que algunos madereros preferían pagar fletes, solamente los de mayor capital poseían las facilidades del transporte.

Estos factores influyeron para que partiendo del elemental principio de que el camionero no cuida el vehículo si no es suyo, los empresarios del transporte utilizaron un sistema de venta a crédito de los camiones. Este consistía en que los empresarios adquirían los vehículos y se los vendían a los chóferes en cuotas que eran descontadas de los salarios, hasta que el chofer se convertía en propietario de la unidad que manejaba, pero, la cuenta se hacía interminable porque además de la cuota del camión, el chofer se endeudaba con el empresario que le abastecía de repuestos y combustible que abultaba la cuenta inicial y amarraba al trabajador a un determinado empresario.

La rentabilidad del transporte de la madera dependía del número de camiones que tuvieran las personas que se dedicaran a este servicio, pues un solo camión, apenas producía lo suficiente para subsistir, tomando en cuenta el valor del flete Acarigua-Caracas. Veamos un ejemplo práctico: Para el año de 1940, el flete del acarreo de madera desde Acarigua hasta Caracas era de 4 bolívares por cada 100 kilogramos y si la capacidad de un camión oscilaba entre los 2.500 a 3.000 kilogramos, tomando como cifra los 3.000 kilogramos a pesar de que los camiones se sobrecargaban, el viaje de 400 kilómetros a una velocidad de 60 kilómetros por hora, unas 10 horas de camino sin percances, producía unos 120 bolívares sin tomar en cuenta el gasto de combustible y el desgaste del vehículo que circulaba por caminos bastante deteriorados.
Si sobrecargaban el camión con el doble de su capacidad: seis mil (6.000) kilogramos en un viaje se obtenían 240 bolívares. De allí que la sobrecarga de los camiones era una costumbre común entre los transportistas y así lo confirma uno de los tantos choferes: “Era un camión –agrega- marca Ford, de varillaje, color rojo, que desarrollaba la velocidad “astronómica” de 60 kms. por hora, soportando el peso de 3 toneladas, pero a veces lo cargaban con 6 toneladas”. (23).

Suponiendo que un camión pudiera realizar tres viajes a la semana, cargado legalmente con sus 3.000 kilogramos produciría 360 bolívares semanales lo que significaba en un mes 1.440 bolívares, cifra muy significativa si la comparamos con los tipos corrientes de salarios en el Distrito Páez del Estado Portuguesa para el año de 1939, cuando las empresas industriales pagaban a sus empleados un máximo de 500 bolívares al mes, al obrero 126 bolívares y un peón hasta 120 bolívares. En los establecimientos comerciales los sueldos y salarios oscilaban entre 30 y 400 bolívares al mes para los empleados y 40 y 120 bolívares al mes para los obreros. (24).

De todas estas consideraciones podemos deducir que la industria maderera desarrolló a las empresas de transporte, actividad que se concentra en manos de los más poderosos industriales de la madera, muy considerable desde el punto de vista de la acumulación de capital y como una importante fuente de trabajo.

CARACTERISTICAS DE LA INDUSTRIA MADERERA DE ACARIGUA Y ARAURE.

Durante la década de los años 40 tomó auge en las ciudades de Acarigua y Araure la industria maderera derivada principalmente de la intensa explotación de maderas que se verificó en el Estado Portuguesa en los años de 1929 a 1939. Esta industria adquirió características propias dignas de mencionar en este estudio, una de ellas fue la utilización casi exclusiva de las maderas finas de cedro y caoba que otorgaron un carácter limitado a la producción, en 1941 se escribió: “…el aspecto actual de la industria maderera pasará a la Industria Forestal con el nombre de “Etapa o período del Cedro y la Caoba”. (25). La concentración de la producción en estas dos especies imponía límites a la incipiente industria que se convertía en dependiente de dos especies vegetales.
Además de que la producción era exclusiva, tuvo un carácter destructivo pues a medida que se incrementaba el número de aserraderos, mayores eran las exigencias de materia prima y los madereros no tomaban previsiones en este sentido, la explotación de maderas era irracional y nada se hizo para conservar las fuentes de abastecimiento, requeridas para una industria altamente productiva. Aparentemente la Selva de Turén era eterna o privó el afán de riqueza inmediata sin medir las consecuencias futuras que no pocas veces fueron advertidas:

“El futuro de la industria maderera de Portuguesa está en la Selva de Turén /…/ pero es claro, no una selva empobrecida como lo es ahora, sino en un bosque ordenado técnicamente administrado según los conceptos modernos de silvicultura y de explotación racional”. (26).


Ya 1940, las pocas especies de cedro y caoba de la Selva de Turén eran insuficientes para satisfacer las necesidades de materia prima de la industria y muchos madereros comenzaron a abastecerse de las maderas finas de la Selva de Ticoporo en el estado Barinas.

La industria maderera fue también despilfarradora a pesar de contar con los recursos técnicos adecuados como sierras de cinta o banda que permitía un mejor aprovechamiento del producto. Se desperdiciaba la madera de segunda calidad y sólo se trabajaban maderas cuyo precio evidentemente era mayor, así mismo eran despreciadas las especies de maderas blancas como el Apamate y el Jabillo, útiles para la construcción de cajas de empaque.

Otra característica de la industria era la periocidad del trabajo, pues al iniciarse las lluvias se paralizaban las explotaciones, en este período los madereros limpiaban la maquinaria y trasladaban el producto que aún quedaba en los aserraderos.

REPERCUSIONES ECONOMICAS Y SOCIALES DE LA INDUSTRIA MADERERA EN ACARIGUA Y ARAURE.

Con la industria maderera, el estado Portuguesa incursiona en el contexto del desarrollo del capitalismo nacional, ciudades como Acarigua y Araure entran en una etapa de modernización producto de la circulación de dinero que el desarrollo de esta industria propició.

La población de Acarigua se incrementó notablemente, de 7.420 habitantes que tenía en 1941 pasa a 18.280 habitantes en 1950. Las rentas municipales percibieron los beneficios de las patentes de industria y comercio y la venta de las maderas de sus ejidos. Creció el sector servicio pues por donde se instalaban los aserraderos se extendían los servicios de agua y luz.

Algunos barrios surgieron a la sombra de los aserraderos habitados por obreros que trabajaban en la manufactura de la madera, los actuales barrios “Algarrobo” y “Villa Pastora” hablan de la época gloriosa de la madera. Las calles fueron macadamizadas, construidas las aceras y si el crecimiento de las ciudades puede medirse por el número de botiquines, para el año de 1947 existían 35 nada más en Acarigua.

Mientras tanto los madereros acumulaban capitales que eran invertidos en actividades agropecuarias y en la construcción y colaboraban con la municipalidad botando el aserrín en los hoyos que dejaban en el suelo los fabricantes clandestinos de adobes, así se evitaba la proliferación del terrible anofeles que causaba estragos en la población en tiempos de lluvias.








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VEILLON, J.P. “Los baldíos de la Selva de Turén”. En: El Agricultor Venezolano. Nº 144. Caracas: Julio, 1950.

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ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA. MINISTERIO DE FOMENTO. DIRECCION GENERAL DE ESTADISTICA. Guía Industrial y Comercial del Distrito Federal. Caracas: Editorial Grafolit, 1945.

ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA. MINISTERIO DE FOMENTO. DIRECCION GENERAL DE ESTADISTICA. OFICINA CENTRAL DEL CENSO NACIONAL. Resultados preliminares del Censo Agropecuario de 1950. Caracas: 1952.

ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA. MINISTERIO DE AGRICULTURA Y CRIA. Memoria y Cuenta del Ministerio de Agricultura y Cría. Caracas: Editorial Arte Gráfica, Tomo I – II, 1946.

MINISTERIO DE AGRICULTURA Y CRIA. Memoria que el Ministro de Agricultura y Cría de los Estados Unidos de Venezuela presenta al Congreso Nacional en sus Sesiones Ordinarias de 1939. Caracas: Editorial Atlántida, Tomo I, 1939.

MINISTERIO DE AGRICULTURA Y CRIA. Memoria y Cuenta 1940. Caracas: Editorial Bolívar, 1940.

MINISTERIO DE AGRICULTURA Y CRIA. Memoria y Cuenta que presenta el Ministro de Agricultura y Cría al Congreso Nacional en sus Sesiones Ordinarias de 1955. Caracas: Imprenta Nacional, 1955.

MINISTERIO DEL TRABAJO Y DE COMUNICACIONES. Memoria del Ministerio del Trabajo y Comunicaciones presentada al Congreso de los Estados Unidos de Venezuela 1940. Caracas: Litografía y Tipografía, 1940.

FUENTES DOCUMENTALES:

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ARCHIVO DEL CONCEJO MUNICIPAL DEL DISTRITO PAEZ. Libro para asentar las Actas del Concejo Municipal del Distrito Páez, Estado Portuguesa. 1944 - 1945.

ARCHIVO DEL CONCEJO MUNICIPAL DEL DISTRITO PAEZ. Libro de Actas de la Junta Municipal del Distrito Páez del Estado Portuguesa. 1946 - 1947.

ARCHIVO DEL CONCEJO MUNICIPAL DEL DISTRITO PAEZ. Actas de la Junta de Administración Municipal del Distrito Páez del Estado Portuguesa. 3 de Diciembre de 1948..

ARCHIVO DEL CONCEJO MUNICIPAL DEL DISTRITO PAEZ. Correspondencias recibidas y despachadas. Años: 1917, 1924, 1926, 1927, 1928, 1929, 1930, 1931, 1932, 1933, 1934, 1935, 1936, 1937, 1938, 1939, 1940, 1941, 1942, 1943, 1944, 1945, 1946, 1947, 1948, 1949, 1950.

FUENTES HEMEROGRAFICAS:

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DE PASCUALI, Raúl H. “Porque Acarigua es así”. En: Última Hora. Acarigua, martes 29 de septiembre de 1987.

GONZALEZ VALE, Manuel. “Estudio Forestal de los Llanos de Venezuela”. En: El Agricultor Venezolano. Año: V – VI. Nros. 60 – 61. Caracas: Abril – Mayo, 1941.

PERICCHI D., Sixto J. “La Importancia de los Recursos Forestales en la Economía de Venezuela”. En: Revista Shell. Junio, 1962.

Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela. Años: 1929, 1930, 1931, 1932, 1933, 1934, 1935, 1936, 1937, 1938, 1939.

Ministerio de Salubridad y de Agricultura y Cría. Memoria presentada a las Cámaras Legislativas de los Estados Unidos de Venezuela por el Ministerio de Salubridad y de Agricultura y Cría en 1931. Caracas: Litografía y Tipografía Vargas, 1931 (Material Microfilmado, Cajas MAC 1 y MAC 2).
Ministerio de Salubridad y de Agricultura y Cría. Memoria presentada a las Cámaras Legislativas de los Estados Unidos de Venezuela por el Ministerio de Salubridad y de Agricultura y Cría en 1932. Caracas: Litografía y Tipografía del Comercio, 1932 (Material Microfilmado, Caja MAC 1).

Ministerio de Salubridad y de Agricultura y Cría. Memoria presentada a las Cámaras Legislativas de los Estados Unidos de Venezuela por el Ministerio de Salubridad y de Agricultura y Cría en 1933. Caracas: Tipografía Americana, Tomo III, 1933 (Material Microfilmado, MAC 4).

Ministerio de Salubridad y de Agricultura y Cría. Memoria presentada a las Cámaras Legislativas de los Estados Unidos de Venezuela por el Ministerio de Salubridad y de Agricultura y Cría en 1934. Caracas: Litografía y Tipografía Vargas, 1934 (Material Microfilmado, MAC 6, MAC 7).

Ministerio de Salubridad y de Agricultura y Cría. Memoria presentada a las Cámaras Legislativas de los Estados Unidos de Venezuela por el Ministerio de Salubridad y de Agricultura y Cría en 1935. Caracas: Litografía y Tipografía Vargas, Tomo III, 1935 (Material Microfilmado, MAC 8).

Ministerio de Salubridad y de Agricultura y Cría. Memoria presentada a las Cámaras Legislativas de los Estados Unidos de Venezuela por el Ministerio de Salubridad y de Agricultura y Cría en 1936. Caracas: Litografía y Tipografía Vargas, Tomo III, 1936 (Material Microfilmado, MAC 10).


Ministerio de Agricultura y Cría. Memoria que el Ministerio de Agricultura y Cría de los Estados Unidos de Venezuela presenta al Congreso Nacional en sus Sesiones Ordinarias de 1937. Caracas: Cooperativa de Artes Gráficas, 1937. (Material Microfilmado, MAC 11).

Ministerio de Agricultura y Cría. Memoria que el Ministerio de Agricultura y Cría de los Estados Unidos de Venezuela presenta al Congreso Nacional en sus Sesiones Ordinarias de 1939. Caracas: Caracas. Editorial Atlántica, Tomo I, 1939.

Ministerio de Agricultura y Cría. Memoria y Cuenta 1940. Caracas: Editorial Bolívar, 1940.

Ministerio de Agricultura y Cría. Memoria y Cuenta que presenta el Ministerio de Agricultura y Cría al Congreso Nacional de la República de Venezuela en sus Sesiones Ordinarias de 1955. Caracas: Imprenta Nacional, 1955.

Ministerio de Agricultura y Cría. Memoria y Cuenta que presenta el ciudadano Ministro de Agricultura y Cría al Congreso Nacional de la República de Venezuela en sus Sesiones Ordinarias de 1961. Caracas:

Ministerio de Agricultura y Cría. Armario Estadístico Agropecuario 1973. Caracas: 1974.

Ministerio del Trabajo y de Comunicaciones. Memoria del Ministerio del Trabajo y Comunicaciones presentada al Congreso de los Estados Unidos de Venezuela 1940. Caracas: Litografía y Tipografía Vargas, 1940.

Quinto Censo Nacional de los Estados Unidos de Venezuela, decretado el 15 de agosto por el General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República y levantado en los días 31 de Enero y 1º, 2, 3 de Febrero de 1926. Caracas: Tipografía Universal, Tomo III, 1926.

FUENTES DOCUMENTALES:

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Registro Principal de Guanare. Libro de Protocolo Nº 1. Distrito Turén. Año: 1931.

Registro Principal de Guanare. Libro de Protocolo. Distrito Turén. Primer Trimestre 1932.

Registro Principal de Guanare. Libro de Protocolo Duplicado Nº 1. Distrito Turén. Cuarto Trimestre 1932.

Registro Principal de Guanare. Libro de Protocolo Duplicado Nº 1. Distrito Turén. Primer y Cuarto Trimestre, 1933.

Registro Principal de Guanare. Libro de Protocolo Duplicado Nº 1. Distrito Turén. Segundo Trimestre 1936.

Registro Principal de Guanare. Oficiina Subalterna de Registro del Distrito Turén del Estado Portuguesa. Protocolo Duplicado Primero. Segundo Trimestre, 1937.

Registro Principal de Guanare. Protocolo Duplicado Nº 1. Distrito Acarigua. Tercer Trimestre de 1931.

Registro Principal de Guanare. Libro Protocolo Nº 1. Distrito Páez. Tercer Trimestre 1934.

Registro Principal de Guanare. Libro de Protocolo Duplicado Nº 1. Distrito Páez. Segundo y Tercer Trimestre 1935.

Registro Principal de Guanare. Libro de Protocolo Duplicado Nº 1. Distrito Páez. Tercer Trimestre. Tomo I. 1936.

Registro Principal de Guanare. Oficina Subalterna de Registro del Distrito Páez del Edo. Portuguesa. Protocolo Primero Duplicado. Primer Trimestre 1938.

Archivo del Concejo Municipal del Distrito Páez. Libro de Actas de 1918.

Archivo del Concejo Municipal del Distrito Páez. Libro de Actas de 1927.

Archivo del Concejo Municipal del Distrito Páez. Libro Copiador de Oficio 1927.

Archivo del Concejo Municipal del Distrito Páez. Libro de Actas de las Sesiones verificadas por el Concejo Municipal del Distrito Páez. 1929.

Archivo del Concejo Municipal del Distrito Páez. Acuerdos y Resoluciones del Concejo Municipal del Distrito Páez. 1930.


Archivo del Concejo Municipal del Distrito Páez. Libro de Actas verificadas por el Concejo Municipal del Distrito Páez. 1930 – 1931.

Archivo del Concejo Municipal del Distrito Páez. Libro de Actas verificadas por el Concejo Municipal del Distrito Páez. 1931.

Archivo del Concejo Municipal del Distrito Páez. Libro de Sesiones de 1932.

Archivo del Concejo Municipal del Distrito Páez. Libro de Actas de 1933.

Archivo del Concejo Municipal del Distrito Páez. Carpeta de Actas de 1934.

Archivo del Concejo Municipal del Distrito Páez. Libro de Actas de Sesiones. 1936 - 1937.